Sin la menor intención de buscarle tres pies al gato, pero sí con la de aprovechar en lo posible ese tiempo de "sinceridad" que se le supone -aunque sea mucho suponer- al electoral, quizá proceda reclamar a quien corresponda alguna explicación que desvele el "misterio" en un par de decisiones con repercusión en asuntos importantes para Galicia. Desde la convicción, por supuesto, de que no será fácil obtenerla, entre otras razones porque ese "quien corresponda" no está todavía claramente definido y es posible que se escaquee para evitar polémicas y -quizá- responsabilidades.

Los asuntos en cuestión son diferentes, pero tienen en común severos daños potenciales para intereses gallegos. El primero se refiere a la actitud del nuevo gobierno mexicano, que estrena presidente Y que lo hace en la persona de López Obrador, un veterano -en eso se diferencia de Pedro Sánchez- populista de izquierda que nada más llegar impulsa, por ahora de palabra, una limpieza a fondo en las estructuras de su país. Empezando por la económica, y, más en concretoo, por la que se relaciona con empresas públicas. O sea, que también la política, sobre todo allí.

El segundo asunto tiene relación con el primero en el sentido ya expuesto de los daños a legítimos intereses directos gallegos, en el caso de Barreras, y en los también claves para este antiguo Reino que son los de Abanca. Afectada por otra maniobra, menos explicable, que habría llevado a la entidad a renunciar a una OPA sobre Liberbank después de que la Comisión Nacional del Mercado de Valores diese un ultimátum para que la oferta se sustanciase en plazo de pocos días. Y eso, en apariencia al menos, hizo que la OPA de Abanca se retirase.

Tampoco ha habido motivos razonados, y por tanto en principio razonables, para que la CNMV adoptase la actitud que contribuyó, aparentemente, a frustrar la operación. Que, lejos de las monsergas de algunos, afecta a un Banco que ejerce cuidando la galleguidad y, por tanto, defiende intereses de "los nuestros", lo que lo convierte en uno de ellos. Y el daño que se le causa de forma "rara", como la actitud de la Comisión, debiera ser tenido en cuenta no ya desde el interés legítimo de sus propietarios, sino también del sector financiero en general, y por ello -opina quien esto escribe- colectivo, del país. Por eso extraña lo ocurrido.

No hay en cuanto queda expuesto, y como ya quedó dicho, intención de sugerir oscuras maniobras o conspiraciones. Pero con la misma franqueza, tampoco resulta lógico olvidar que en materia bancaria se han producido decisiones, varias especialmente controvertidas por su contraste con otros casos parecidos que afectaron a entidades y/o personas de comunidades diferentes, y que se fallaron de forma contraria. Y eso se une a los métodos seguidos en procesos como el de la fusión de las cajas y las actuaciones de organismos teóricamente de control que deberían haber sido investigados y quedaron como patenas, a pesar de dudas e incluso fallos de los tribunales. Y todo eso choca con el sentido común, y merece que se sepan los motivos.

¿O no...?