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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Alcaldes que encuentran ciudades

Conocido ya en casi toda España y parte del extranjero, el alcalde de Vigo es un director comercial que probablemente se disputarían las más acreditadas multinacionales. Comenzó vendiendo setos en forma de dinosaurio, luego amplió su promoción al alumbrado navideño, e, inevitablemente ha acabado por salir en los magazines de mayor audiencia de la tele, que es la que crea la realidad. Hasta tiene ya un imitador, que es la prueba del nueve de la popularidad, espuma de la gloria.

La invención -o hallazgo- de Vigo por Abel Caballero no tardará en ser un caso de estudio dentro de las facultades de Publicidad, entre los expertos en creación de marcas y, por supuesto, en los departamentos financieros de las grandes empresas.

Aunque su perfil profesional es el de un serio catedrático formado en Cambridge y Essex, Caballero no ha dudado en valerse de las técnicas del show business para que se hable de su ciudad y, por lo tanto, de quien la gobierna (y viceversa). Para Vigo ha sido un buen negocio, en el sentido más literal del término.

Sus éxitos los pregona él, desde luego; pero también se hacen lenguas los comerciantes beneficiados en sus cajas por las artes publicitarias del alcalde, el público en general y -lo que es más importante- los taxistas. Cuando un taxista habla bien de un político (¡y además de izquierda!) no queda sino concluir que el destinatario del elogio tiene a la gente en el bote.

Probablemente Caballero haya entendido mejor que nadie el papel trascendental de la tele y las redes sociales por las que hoy circula la información o, más exactamente, la propaganda resumida en memes y chascarrillos.

A esos medios que facturan realidad a bajo precio dirige el alcalde vigués sus performances, en las que suele demostrar un notable talento interpretativo. Tanto, que ha hecho caer a muchos de quienes no le conocían en la creencia -más bien absurda- de que se trata de un tipo excéntrico, en el mejor de los casos, o de un botarate, en el peor.

Craso error. Bastó que los Meijides y otros astros del plasma lo convocasen a sus programas con la sospechable intención de echarse unas risas para descubrir que, en realidad, se habían equivocado de actor. El Caballero catedrático se les apareció, inesperadamente, como un hombre de lo más formal y sensato que se limita a exagerar el gesto, el acento o las dos cosas para hacer publicidad de lo suyo sin coste para el contribuyente.

De performance en performance, y entre plató y plató de los programas de alta audiencia, el corregidor ha logrado la invención -es decir: el hallazgo- de un Vigo que pocos conocían antes de su llegada al cargo. El empeño tiene no poco mérito si se advierte que la ciudad vivía apartada de los circuitos mediáticos y, a pesar de su viejo poderío industrial y marítimo, apenas era conocida, salvo por los futboleros que han oído hablar del Celta.

Lógicamente, las encuestas le predicen una mayoría aún más desaforada que la que ya disfruta, lo que tal vez haga aflorar imitadores en otros municipios de cara a las próximas elecciones. No es seguro ni aun probable que lo consigan. En absoluto resulta fácil inventarse una ciudad y ponerla en el mercado del turista y del viajero. Menos aún con las cuestas que padece Vigo, a la que Caballero -genio y figura- está llenando de ascensores urbanos. La tele ha encontrado en él una mina; y él una mina en la tele.

stylename="070_TXT_inf_01"> anxelvence@gmail.com

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