El cuerpo pide repetición, y confort. Meterse algo distinto e inconfortable cuesta, y de momento provoca cierto rechazo, pero luego el cuerpo agradece el cambio de postura. Pasa con los libros, el cine, el arte, la música. Lee Israel no tuvo una vida cómoda, aunque fue una justa reciprocidad, pues ella tampoco se acomodaba a la vida. Aunque fue juzgada por falsificación, lo suyo era más bien una suplantación intelectual de gran estilo. En una sociedad de falsificadores tal vez la habrían hecho santa. Ocuparse de una vida así, vivida en los márgenes, haciéndolo con dignidad de trato, o sea, sin caer en la fácil tragedia ni en los excesos del relato picaresco, y siempre con buen oficio, es un ejercicio de alta escuela. Como es frecuente en el caso del buen cine, la presencia en carteleras de "¿Podrás perdonarme algún día?" (tres nominaciones al Oscar) es también marginal.