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Francisco García.

Lo que hay que oír

Francisco García

Esto es como si cuando

Mucho alabo la voluntad que muestran los políticos y el pueblo soberano en su afán de dialogar. Pero como no se ponen de acuerdo así los aspen, a ver si va a ser que se preocupan del qué y no se preocupan del cómo, del contenido y no del continente, del rábano sin las hojas, de la velocidad del tocino y no del tocino de la velocidad. Fíjense ustedes en cómo suele comparar la gente del común cuando nos honra haciéndonos partícipes de sus males más estrepitosos en la sala de espera del médico, máxime ahora con esto de las gripes, que tanto excitan la locuacidad. La comparación debería usarse para hacer más vívido lo que se cuenta. Por ejemplo, entiendo perfectamente cuando alguien me cuenta que sufre dolores tales que es como si le sacasen una muela sin anestesia, pues en mi tierna infancia padecí salvajismo tal. Pero no lo pillo en otros casos, pues el prójimo parece atesorar unas experiencias que yo ni he olido. En el bachiller, me explicaban cómo era el estómago diciendo que tenía forma de gaita gallega; pero como nunca jamás había visto yo una gaita gallega, quedaba ayuno de saber la forma del estómago. Luego, cuando ya vi gaitas gallegas y estómagos en fotos, siempre comparé al revés: siempre pensé que la gaita gallega tenía forma de estómago. Veamos esas experiencias que oigo.

Una señora de edad me revela su dolencia comparando y buscando con ello mi complicidad: "Ay, estoy como si me hubiese pasado por encima un tren mercancías, ¿entiende usted?". La verdad sea dicha, no puedo sentirme cómplice de la sufriente dama, pues hasta la fecha jamás me ha pasado por encima un tren de mercancías, a Dios gracias. Pasa a consulta y me quedo con un muy facundo caballero que me espeta: "Menuda noche he pasado. ¿Sabe usted? Es como cuando le arrancan a uno las tripas. Pues eso". Me esfuerzo en empatizar y entiendo su dolor; pero solo más o menos, pues hasta la fecha jamás me han arrancado las tripas, Dios me asista. "Eso no es nada ?tercia otro paciente?, yo sí que estoy hecho polvo, como si me hubiesen molido las costillas y la cabeza con un bate de béisbol", desgracia esta que tampoco me acaeció hasta hoy, los cielos me sean benévolos. Llega a la sala de los dolientes una señora: "Madre mía, tengo unos picores por la piel como si me desollaran viva, ¿saben cómo les digo?". No, lo ignoro, nunca me desollaron vivo. Llegará quien está "como cuando te sacan los ojos con un garfio, igual". No faltará el que se carga de estilo: "Me duele como cuando te arrancan las uñas con unas tenazas mismamente, ¿sabes cómo te digo?". Y así se pasa la mañana.

Que lo pasan mal todos ellos es evidente. Pero, puestos a comparar tan a lo incógnito, yo propongo el terrorismo conversacional. Me voy a adelantar al próximo que acuda y espetarle antes de que abra la boca: "Tengo un dolor como cuando estás segando y la guadaña te arranca de cuajo todos los dedos de los pies y al soltarla de pronto del respingo te rebota en la cabeza y te hace un boquete por el que la sangre sale a mares: pues lo mismo". O una variante poética: "Me duele como cuando en una tarde otoñal te invade una punzada de melancolía al recordar los tiempos idos y aquella fugaz mirada del ser amado ya ausente, ay, mientras suena el 'Vals triste' de Sibelius en la soledad del salón solitario, ¿me entiendes?". O terrorismo conversacional a tope, muy dedicado a los políticos. Ahí va: "Me vino un dolor como cuando un cataplasmo te corrienta los ocuisos y las versinas parecen arruitelarte las fortichuelas. ¿Sabes cómo te propanciugo?". Claro que importa el qué, pero el cómo ayuda muy mucho a entenderse para saber de qué demonios estamos hablando.

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