A determinada edad es un incentivo cumplir años. Para entender el lenguaje de la edad es preciso sostener de un extremo lo vivido. Y, después, pensar en lo que nos queda por vivir. Siempre he creído que la continuidad de la vida está en el motivo. En conclusión: acostarse con un sueño y despertarse con una ilusión.

Es bonito esconder en una llama imaginativa la fecha de nuestra muerte. La facultad estimativa la tenemos, por muy complicado que parezca, todos podemos pensarlo.

La razón, en ocasiones, causa sensación de vacío, la mayoría de las veces nos obliga a relajarnos, y desde la menudez no estamos en condiciones de entender nada. A los hombres nos gustan las alturas... Es un error no cooperar con nuestra experiencia, obligarnos a estar siempre en condición de dominio, y, lo peor, estar siempre a la fuga de las cosas que nos recuerdan que somos piedra sepulcral.

La vida, continuamente, le hace confidencias a la tristeza y a la alegría. Sí, con el devenir de los años, se llegan a intensificar. El tiempo es un encantador hijo de puta, nos nace con la certidumbre de una vida y a medio camino nos coloca junto a una tarta de cumpleaños y nos las estampa en la cara. Qué romántico, ¿verdad?

Aunque pensándolo bien, los que tenemos descendencia nunca abandonaremos el barco. La genética es la heroína de nuestra existencia; los que somos padres sabemos que en un determinado momento de nuestra vida nuestros hijos se convierten en ídolos. Es hermoso descubrir que las ilusiones de nuestros hijos también son las nuestras. Por lo tanto, siempre, hasta el final de nuestras vidas, nos garantizaremos una sonrisa.

Gracias a la vida aprendí a ver la luz del día y de la noche. Además, gracias a la vida, entendí que la muerte no es un severo castigo. Al contrario, es la tinaja en la que se deposita nuestro sudor cuando ya no tenemos fuerza de vivir.

En la plenitud de la vida se desborda la nostalgia, muchas veces los cuadernos de la infancia regresan, no sé... Igual son los encargados de hacer algún estudio comparativo. La sonrisa de nuestra niñez siempre nos muestra su atractivo semblante. En la deformidad del tiempo no mueren las cosas que nos hicieron felices... Extrañar es una palabra dolorosa, en ella predominan nuestros sentimientos. En determinados momentos de nuestra existencia siempre extrañamos a alguien. Pero bueno... La vida tiende a acusar más las pérdidas que las ganancias.

Hay unos versos preciosos de Rubén Darío: "Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer..."