| 28-A. Dentro de un mes y cuatro días estamos llamados a las urnas. Estas elecciones generales son unas de las más inciertas y decisivas de los últimos años. Se confrontan dos bloques tan polarizados, por un lado PSOE, Podemos y partidos nacionalistas, y por otro, PP, Ciudadanos y Vox, que España será muy diferente dependiendo de cuál de ellos gane. Ningún partido en Galicia se atreve a pronosticar quién se llevará la victoria. "Es como jugar a la ruleta", sostiene un dirigente. Otro apunta: "La clave será la apelación al voto útil y cuántos votos de los partidos más pequeños se irán a la basura". ¿Qué se juegan los partidos gallegos el 28-A y en qué condiciones llegan a la cita con las urnas?

| PPdeG. El Partido Popular cuenta con 12 de los 23 escaños que representan a Galicia en el Congreso de los Diputados. Las encuestas apuntan que el PP puede perder hasta cuarenta escaños a nivel estatal, y en el PPdeG admiten que la tendencia a la baja llegará hasta la comunidad. Confiesan en voz baja que hay riesgo de perder escaños, y el objetivo es caer en votos y diputados, pero menos que en otras comunidades. Ser la comunidad del PP que mejor aguanta. Es decir, que se note el plus de resistencia que supone tener al frente a Alberto Núñez Feijóo y gobernar Galicia con mayoría absoluta. No obstante, hay temor de que por primera vez Ciudadanos y Vox peguen una buena dentellada a su caladero de votos. Hasta ahora, el PPdeG había sido capaz de frenar el avance de otras fuerzas de derecha, pero los muros de contención empiezan a dibujar grietas.

Si el PPdeG saca pecho el 28-A con sus resultados, entonces la apuesta de Feijóo por la moderación y un discurso de centroderecha se consolidará como referente y contrapunto al discurso más conservador de Pablo Casado.

| PSdeG. Los socialistas tienen seis escaños, y dan por hecho que podrán sumar alguno más a partir de abril. ¿Por qué? Gracias al viento de cola del PSOE, que a diferencia del PP, crece en votos y escaños, según los diferentes sondeos publicados. Y gracias también al hundimiento de En Marea. Serán las primeras elecciones de Gonzalo Caballero como secretario xeral y puede irle bien. El profesor vigués quiere renovación en las candidaturas, una oportunidad de colocar a afines en las listas a Congreso y Senado, aunque las direcciones provinciales y Ferraz tendrán mucho que decir.

| En Marea. Vayan juntos o por separado, lo normal es que la primera fuerza de la oposición sufra un severo correctivo en las urnas. Tienen cinco diputados, pero dan por hecho que perderán alguno, incluso más de uno. Sobre todo si hay dos listas. Su eterna crisis, radiada a la opinión pública en sucesivos capítulos, no puede otra cosa que pasarles factura. Es más, la crisis es doble. Al divorcio autonómico entre los socios de la confluencia, hay que unir las tensiones de Podemos a nivel estatal y en otras autonomías. En Galicia, ellos solitos se han disparado un tiro al pie con sus problemas. Lo más previsible es que concurran en dos candidaturas. Por un lado, la impulsada por Luís Villares y su equipo, que quieren quedarse con el alma nacionalista de En Marea, y por otro lado Podemos con Esquerda Unida y Anova.

El desenlace de este culebrón se demora no porque las partes implicadas estén dialogando o intentando reconducir la situación, sino porque ninguno se atreve a dar el primer paso y ser el que anuncie un divorcio, que es un secreto a voces.

| BNG. En diciembre de 2015, la formación frentista perdía su representación en las Cortes, después de 20 años de presencia ininterrumpida. Cuando se repitieron las elecciones en junio de 2016 cosechó 44.902 votos, le superó en papeletas Ciudadanos, con 133.938. Ninguno de los dos logró representación. El BNG tiene que crecer mucho, si quiere regresar a Madrid a defender los intereses de Galicia. La crisis de En Marea le abre una oportunidad, pero el PSdeG también anda al acecho de los votos de la izquierda rupturista, y en unas elecciones en las que la apelación al voto útil será continua para frenar desde la izquierda a la derecha de PP, Cs y Vox, el Bloque tendrá difícil colar su mensaje: "ser la voz de Galicia en el Congreso".

| Ciudadanos. El partido morado obtuvo un acta de diputado por A Coruña en diciembre de 2015, pero fue fugaz, lo perdió cuando se repitieron los comicios en junio de 2016. Cs está convencido de que en esta ocasión logrará representación al menos por A Coruña y Pontevedra. La cita con las urnas dictará si acertó Albert Rivera con su veto a pactar con Pedro Sánchez, un movimiento que le sitúa en la derecha, junto a PP y Vox. La formación naranja parece renunciar al centro para no presentarse como partido bisagra. Aspira a alzarse como la alternativa al PSOE. Intenta el sorpasso a Pablo Casado, pero se arriesga a ahuyentar a los votantes socialistas desencantados que encontraron en Rivera una opción. En Galicia, su goteo de fichajes de dirigentes o exdirigentes del PP evidencia que carece de cuadros, pone en duda la premisa de renovación y regeneración con que irrumpió en política y le identifica aún más como un partido conservador.

| Vox. El papel que está llamado a jugar el partido de Santiago Abascal en Galicia es una incógnita, y lo revelarán las urnas el próximo 26 de abril. Carece de dirección, de cuadros, ... el éxito que coseche será por la ola a nivel estatal, no por su actividad en la comunidad. Llama la atención que para ser a día de hoy una formación irrelevante en Galicia, dirigentes del PPdeG no descarten pactos con esta formación, si logra representación en algunos concellos gallegos. El pacto en Andalucía parecía haber blanqueado a Vox y lo que representa, pero su petición a la Junta andaluza de los datos de los empleados de las unidades de violencia machista, por considerarlos "altamente ideologizados" nos recuerda cuan peligrosa resulta esta formación.

| Atención Primaria. Cuando dimitieron el pasado diciembre casi una treintena de jefes de centros de salud, el Sergas intentó minimizar lo sucedido, presentando las denuncias de falta de medios y personal como "un problema de percepción" de los facultativos. La saturación de los centros de salud que los pacientes podemos comprobar cada vez que acudimos era solo "una sensación de saturación" por parte de los profesionales. Cuando casi 40.000 vigueses salieron a la calle para posicionarse al lado de los jefes dimisionarios y reclamar una sanidad pública de calidad, la Xunta denunció "la politización de la sanidad". Dos meses después, la Consellería de Sanidade presenta una propuesta de reforma de la atención primaria con 175 medidas, de las cuales 75 medidas se compromete a poner en marcha en seis meses. Para ser solo un "problema de percepción" de unos cuantos facultativos, para haber solo "sensación de saturación", que no saturación en los centros de salud, para estar detrás la oposición "politizando la sanidad", ¿175 medidas no serán muchas? ¿o caso es que había un problema y lo está reconociendo ahora la Consellería de Sanidade, al poner encima de la mesa una emienda a su gestión en atención primaria?