Opinión
Pedro de Silva
Revancha
Al joven padre que salía cada día corriendo con sus hijos de la mano camino del colegio le gustaba aquel momento justo por ser así. De niño, su madre le hacía madrugar un poco más, para llevarlo de la mano 10 minutos antes de la hora punta colegial, y evitar así prisas y carreras, que a él en cambio le encantaban. Un episodio de dinamismo general, una electricidad en el aire, una agitación en los cuerpos, mucha gente y coches en la calle. Luego, pasado el climax, el tiempo vuelve a desacelerarse, y todo retorna a su ser normal, tomando un aspecto indolente y cansino. Cuando el breve periodo de las prisas coincide con las primeras luces del amanecer, la sensación es que la energía surgida del momento crítico va empujando el día, hasta dejar la luz bien colocada en cada sitio. Aquel joven padre se tomaba el desquite de su frustración infantil al quedar tantos días fuera del momento.
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