Cuando el alcalde Jesús Vázquez se enteró de que su portavoz y superconcejal Pepe Araújo abandonaba el gobierno, la militancia después de 27 años en el PP -"más que yo", destacaría Alberto Núñez Feijóo- y también los eufemismos, eran las 8.15 horas del martes 29 de enero, aunque otras fuentes aseguran que ya lo supo, con aviso de Santiago, la noche anterior. Es posible que el regidor de Ourense se sintiera como Marge en un capítulo de los Simpson. El matrimonio, dijo la perspicaz bisagra de la familia animada, es algo muy bonito pero también una batalla constante por la superioridad moral. Así sucede también con la política, la esfera que más desgasta las afinidades o "los afectos", en palabras de otro que se ha alejado dando un portazo, Íñigo Errejón.

El alcalde, que ya soportó el juego de equilibrios entre las distintas familias populares en su lista de 2015, que vio cómo uno de sus hombres fuertes, Francisco González, tuvo que dejar el cargo de teniente de alcalde prematuramente para quedarse en la Diputación, ha encajado ahora un dardo de los que más duelen, porque proviene de un compañero. Que la ciudad, parada en el abandono desde hace lustros pero especialmente en los últimos años, "no puede gobernarse ni a base de insultos ni de selfis", subrayó Araújo, en una aparente alusión a Vázquez y Jácome, aunque él también haya salido en las fotos.

El expopular, que fue de todo en la vida municipal desde los tiempos de Cabezas, menos la imagen del cartel que le brindará Ciudadanos en mayo, compareció haciendo gala de su proverbial diplomacia pero matizando su discurso en esos términos. Se escudó en el hartazgo, el incumplimiento de las expectativas de los ciudadanos y en los selfis a los pocos minutos de consumar su adiós a todo, a las puertas de la casa del Concello a la que aspira a volver. A Churchill se le atribuyen innumerables citas, incluida una frase que podría definir la situación de las últimas semanas en la política ourensana, la fábrica gallega de intrigas, el destino para especializarse en periodismo: "Es más peligrosa la política que la guerra, porque en la guerra solo se muere una vez".

Como cada vez que se produce una situación sorpresiva -nadie daba demasiado crédito al rumor sobre Araújo y Ciudadanos que llevaba días circulando-, las especulaciones abonan ahora el terreno. Hay quien recela de que su salida sea un intento político y empresarial por dispersar más el voto en el espectro del centroderecha (entre las ya confirmadas y las esperadas se presentarán varias candidaturas), para complicar las opciones de crecimiento de Democracia Ourensana, un partido que no ha llegado a gobernar en estos años por la negativa del PSOE a una moción de censura contra el PP. Jácome no tiene las simpatías de algunos poderes fácticos. Defiende una línea dura contra los supuestos privilegios de los funcionarios y se niega a dar luz verde a un plan general si el marco urbanístico, según sus palabras, contempla determinados "pelotazos".

También hay quien ve en el adiós de Araújo -confirmado esta semana como un hola a Ciudadanos- una estrategia alentada por ciertos sectores del PP para hacer mella en el alcalde sin arriesgarse a perder en mayo la única alcaldía urbana que por ahora gobiernan en Galicia. Con un expopular como Araújo en las filas de C's, con buen talante y muy conocido entre los vecinos, el PP se garantizaría la investidura, el diálogo y la gobernabilidad, siguiendo siempre esa hipótesis. En el partido naranja se presume también a otra exedil que deja a Vázquez, Isabel Castedo.

El exportavoz, cuyo cambio de partido ha contagiado a Ciudadanos con la crisis desatada por él mismo previamente en el PP, aseguró al hacer pública su marcha que la ciudad estaría siempre por encima de intereses personales. Y el alcalde, aunque molesto y con sensación de ser traicionado, vislumbra la oportunidad de contar en el próximo mandato con un rival aliado: "Es una decisión personal", dijo Vázquez tras el adiós de Araújo, consolándose con que en la próxima corporación haya una persona "con la que poder hablar y negociar". Como Errejón y Carmena con Podemos. Como dice Rafael Chirbes en el prólogo de La buena letra: "El tiempo acaba ejerciendo cierta forma de justicia o, por decirlo de otro modo, acaba poniendo las cosas en su sitio".