Los servicios públicos, es decir, los servicios prestados por las administraciones públicas, llegan a los ciudadanos en múltiples formas y con naturalezas muy variopintas que va desde disponer de infraestructuras de movilidad como carreteras o vías férreas, pasando por la educación y llegando a ámbitos tan íntimos para las personas como es la curación de nuestras enfermedades, sin ir más lejos.

En cada país se reciben servicios muy distintos dependiendo fundamentalmente de la capacidad de disponer recursos financieros y de la vocación que tengan los que ocupen el poder para implicarse en la prestación de esos servicios y así nos encontramos con más o menos servicios, mejores o peores, de más o menos calidad. El Estado, en sus múltiples formas nacionales, regionales o locales, organizan con medios propios o contratados a la economía privada los bienes y servicios que se integran en los servicios públicos.

Las capacidades y el ejercicio del poder se diferencian entre quienes tienen más interés en que sea sola o preferentemente el estado el que preste los servicios financiados por impuestos y tasas, de otros que prefieren que sean las entidades privadas, financiadas por el pago del precio de las cosas los que presten los servicios que demandan los ciudadanos, pero siempre hay un lugar común, los servicios tienen coste y alguien tiene que pagarlos.

Lo dicho es bastante obvio, pero lo traigo a colación porque, si bien de siempre ha habido reivindicaciones de muchos colectivos para que los poderes públicos atiendan las necesidades perentorias o no tan perentorias de los ciudadanos, en los últimos tiempos está habiendo un incremento sustantivo de la demanda de más servicios y de más calidad, pero sin que se vea que exista un sentimiento claro de corresponsabilidad y evaluación de las capacidades reales que tiene el estado para atender de forma no reflexiva cualquier demanda.

Particularmente me llaman mucho la atención las peticiones de respuesta de la sanidad pública, donde muchas veces parece que estamos en otro país. Con carácter general tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo y no es una frase cualquiera. En Galicia hay mucha gente que ha vivido y viajado a otros países y pueden corroborar mis palabras. Tenemos una gran sanidad pero que con el avance tecnológico y los grandes desafíos que produce, como equipamientos muy sofisticados y medicamentos altamente costosos, la factura que se está pagando es muy relevante y por tanto deberíamos presionar, sí, pero a "modiño".

*Economista