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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Lo que se deja para Estrasburgo

La de ayer fue una jornada de agitación para los medios, preferentemente para los audiovisuales que hicieron guardia desde temprana hora ante el Tribunal Supremo y ante el Congreso de los Diputados. Ante la sede de la más alta magistratura del Estado se iniciaba el juicio contra algunos de los dirigentes del llamado procés hacia la independencia de Cataluña, dado que algunos de ellos (y de los más importantes desde un punto de vista jerárquico) están huidos, o exiliados voluntariamente, en el extranjero. Y ante la sede de la soberanía popular con la discusión de los presupuestos que presenta el Gobierno socialista, que no cuentan con el necesario apoyo parlamentario y pudieran obligar a la disolución de las cámaras y, por tanto, a la convocatoria de elecciones generales.

La coincidencia en el tiempo de estos dos acontecimientos (si el Gobierno opta por llamar a las urnas antes del verano o en la misma fecha que los comicios autonómicos y municipales) no haría otra cosa que aumentar la confusión y como suele decirse "embarrar el campo de juego". De momento, todo son especulaciones, pero no está descartado que Sánchez haciendo honor al título de ese libro que le ha escrito Irene Lozano ( Manual de resistencia) decida dejar las elecciones presidenciales para el otoño y en ese periodo de tiempo de prórroga cultivar ante la opinión pública la figura del hombre acosado por la intolerancia tanto de los soberanistas catalanes como por las tres derechas españolas (PP, Vox y Ciudadanos) que se disputan la herencia del espacio político que les legaron don Manuel Fraga primero y don José María Aznar después.

He visto parte de las retransmisiones en directo que las cadenas de televisión hicieron de ambos acontecimientos, incluido el fárrago de las cuestiones previas presentadas por las defensas con abundante cita de artículos y resoluciones de la justicia europea, recurso argumental, este último, al que los letrados dan enorme importancia, lo que anticipa que el juicio no se dará por definitivo hasta que el tribunal de Estrasburgo no diga la última palabra dentro de unos años.

Mientras tanto, nos quedan previsiblemente tres meses de juicio en primer plano de la actualidad. Y en consecuencia, tres meses también de retransmisiones en directo que pueden acabar causando hastío en la audiencia. Porque noventa días de erudita perorata jurídica ante el Tribunal Supremo sobre cuáles son los límites de la acción parlamentaria, de la libertad de expresión, del derecho de autodeterminación, del de manifestación y de tantas otras cosas que se traerán a colación, pueden ser demoledores. Y en ese sentido hay que destacar la habilidad estratégica de los magistrados del Supremo de dar todo tipo de facilidades a la retransmisión en directo del juicio para evitar objeciones a una supuesta falta de transparencia.

Hubo, antes de este, otros juicios que concitaron un enorme interés de la audiencia pero en ellos se debatía sobre crímenes, sexo, corrupción y algunas de las bajas pasiones que agitan el comportamiento humano. Pero no estamos ante uno de esos casos. En las tertulias de las cadenas de televisión, que se organizan a modo de tribunal para hacer un juicio paralelo, se intentó dramatizar el momento político sin conseguirlo de todo. A la hora de comer fue servido a los procesados un menú del día.

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