La manifestación congregó a la muchedumbre habitual en un encuentro de Primera, de los cuales se celebran cuatrocientos al año. Frente a quienes todavía hablan del partido fundado por Fraga como la medida de todas las cosas, PP y Ciudadanos bajan la audiencia de Vox. El partido de ultraderecha "sin complejos" hubiera sumado más asistentes en una convocatoria en solitario. Si insiste en posar junto a las ultraderechas desfallecientes, desalentará a los emigrados de las siglas vecinas que lo han impulsado a fuerza clave del futuro.

Se insiste en el daño irreparable que Vox inflige a PP y Ciudadanos, hasta el punto de que los dirigentes de las ultraderechas que llegaron antes insisten en que no se han "contaminado". De nuevo la inercia del establishment, porque son los desnortados Casado y Rivera quienes contaminan la pujanza extremopopopulista de Abascal, y no solo porque el caballista sea el único de los tres líderes que sabe posar en una ortodoxa posición de firmes. La confraternización entorpece el crecimiento de Vox, según se visualizó en una convocatoria que quedó a distancia sideral de las masas congregadas en el Día del Orgullo Gay. O en las últimas diez Diadas catalanas, o en las manifestaciones de Rajoy contra Zapatero, y así sucesivamente.

Los concentrados del domingo deben repartirse entre al menos tres partidos, por lo que el poder de seducción de cada formación no difiere demasiado de Madrid en un domingo cualquiera. Vox se nutre fundamentalmente de desertores de PP y Ciudadanos, que no desean que les cuelen por la puerta de atrás a unas formaciones que han abandonado. Trasladando la ley de Gresham a la política, la moneda mala expulsa del mercado a la buena. La pujanza neofranquista no debe mezclarse con el declive neoliberal, salvo que Abascal pretenda que el primer tropezón de su galopada lo coloque cara al sol en su ocaso