Faang es un acrónimo formado con las primeras letras de Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google, las compañías que mejor representan en el siglo XXI el nuevo orden de los negocios transnacionales resultante del raudo avance de la globalización económica y del cambio tecnológico en décadas recientes. Aquí llamaremos a esa especie de monstruo míster Faang (homenaje subliminal al avaro míster Scrooge).

Míster Faang comparte rasgos con las multinacionales digamos clásicas, aunque exacerbados por la condición de monopolios o cuasimonopolios globales que tienen cada una de sus partes y también por las peculiaridades de su base tecnológica. Las mayores corporaciones capitalistas -bancos, fabricantes, oligopolios energéticos...- siempre han ejercido poder sobre las sociedades y sus instituciones, poder favorecido en buena medida por el desequilibrio que existe entre la condición planetaria de tales empresas y la condición nacional de los estados. La globalización es económica, no política, y de ello sacan partido tales empresas, rentabilizando, por ejemplo, la competencia fiscal entre territorios y los paraísos tributarios, sean explícitos o encubiertos.

Míster Faang es monopolístico, muy global y con mucha información. Una versión más precisa del tópico y que mejor se adapta al personaje y a estos tiempos es que "los datos son poder". Y los Facebook, Google y compañía son expertos en ello. En eso consiste su negocio, que se expande horizontalmente poniendo contra las cuerdas a sectores enteros de formato tradicional. Uno de sus avances recientes va en dirección al sector financiero. Con tamaño y capacidad para acceder a liquidez en condiciones ventajosas, un poder de marca que se agranda frente al desgaste de imagen de la banca convencional, infraestructuras tecnológicas difíciles de igualar y algunas de las mayores bases de datos del mundo, míster Faang ha empezado a adentrarse en el negocio de mover y prestar dinero.

Los bancos tradicionales ven ya a los Google Bank o Amazon Bank como amenazas principales. Y los estados deberían tentarse la ropa también, porque la expansión de míster Faang suele ir acompañada de desgastes en los ingresos tributarios. ¿Qué trae para los consumidores? La teoría dice que la mayor competencia será favorable a ellos, si bien la práctica podría conducir a una catarsis en el sector financiero, ya crecientemente concentrado, que reduciría el número de grandes jugadores y acentuaría la tendencia a un esquema de oligopolio. ¿Cómo contener ese riesgo? El poder está en los datos. Los bancos, forzados a una gran mutación por el mercado y por la revolución tecnológica, están estrenando una regulación que los obliga a compartir con sus competidores (incluidas plataformas tecnológicas emergentes o fintech) información personal y financiera de los clientes si media consentimiento de éstos, para favorecer la oferta de servicios en mejores condiciones. El foco de los reguladores europeos y estadounidenses está puesto en ejercer esa misma presión sobre los colosos tecnológicos ( bigtech). ¿Podrán los países sujetar a míster Faang o utilizará éste la magia de la elusión global ahora para asaltar la banca?