La recopilación en un libro de los artículos periodísticos de Isaac Díaz Pardo, que forman un tomo de ochocientas páginas, es la demostración de que la figura de este artista plural no ha perdido enjundia tras su desaparición. Sus últimos años, indeseadamente enfangados en polémicas societarias, parecería que habrían podido deslucir su figura ingente, pero no ha sido así. El paso del tiempo ha demostrado que aquellos contratiempos que amargaron su despedida no horadaron un ápice su prestigio.

Los viejos amigos, las muchas personas que lo admiraron y las nuevas generaciones tienen la oportunidad de conocer su pensamiento, al hilo de los acontecimientos sobre los que reflexionaba en aquéllos artículos que lo vinculaban a una profesión y a un sector empresarial a los que siempre se ha sentido atraído: la edición y el periodismo.

No un vano, durante los años noventa, había albergado la intención de fundar un periódico, arropado por centenares de accionistas populares, que seguían sintiendo la nostalgia de exhumar un nuevo "Galicia", el periódico de los años 20, de Paz Andrade. Una publicación mitificada, pese a que sólo duro poco más de un lustro, y feneció bajo la bota de la dictadura de Primo de Rivera y también, hay que reconocerlo, de la precariedad de lectores y anunciantes.

Isaac Díaz Pardo no se dejó seducir por los cantos nostálgicos de aquellos entusiastas accionistas populares, sino que se guió por el pragmatismo de su olfato empresarial. Llegado un momento dijo no: que no iba a sacar de su sepulcro nostálgico aquel remedo de "Galicia", que sin duda le habría llevado a perder salud y dinero.

La vocación editorial la colmó con Edicions do Castro, un nombre indispensable en la bibliografía gallega, y la periodística, escribiendo artículos, durante medio siglo, en diferentes periódicos gallegos, entre ellos en éste. Su vinculación con el FARO era antigua y familiar.

Si se repasan los ejemplares de la colección de los años veinte aparece el genio de su padre, Camilo Díaz Baliño, de quien heredó las dotes artísticas, y a quien se deben dos de las grandes portadas del Día del Apóstol.

Dibujar en el Día de Galicia la primera página del FARO, en el que colaboraban Castelao, Federico Ribas y Maside, era un motivo de orgullo para todos los artistas. Y Díaz Baliño ha legado a la historia dos de los más espectaculares. Dos "carteles" a toda página sublimes.

Brillaba en el panorama artístico de la época, cuajado de buenos creadores, como uno de los grandes.

Antón Fraguas Fraguas lo recordaba así: "Como su hijo, Camilo era una enciclopedia de arte: pintor, dibujante, escenógrafo, literato, buen poeta y gran ilustrador de libros".

De los años veinte data la fotografía que Isaac guardaba celosamente en su archivo del Instituto de la Información, donde trabajaba y vivía, y que había sido publicaba en el Faro. En la imagen aparecía su padre, joven y con ropa estival, y él, niño, con aires de felicidad.

Si hubiera que elegir un personaje gallego, modelo de inteligencia, creatividad, sensibilidad artística, compromiso con el territorio y la historia y, sobre todo, ejemplo de coherencia y bonhomía, no hay otro más idóneo que Isaac Díaz Pardo.

Su afecto hacia el género humano lo derramaba en cuantas personas acudían a visitarlo al Instituto. Todos tenían un lugar a la mesa, junto al grupo de colaboradores que trabajaban en los proyectos creativos para Sargadelos, y todos salían admirados de su ingenio, sencillez y frugalidad. Porque las comidas, ricas en vitaminas, eran siempre frugales.

Pase el tiempo que pase, ahí queda su impresionante labor en Sargadelos, cuando era uno de los símbolos del ingenio empresarial gallego, las obras inapreciables de Edicions do Castro, y su valioso fondo bibliográfico.

Pero además de estas iniciativas de su creatividad e ingenio empresarial, ahí está su obra artística, sus pinturas. Y desde ahora, el libro "O ollar clarividente de Isaac Diaz" Pardo, que recoge su pensamiento sobre cuestiones cotidianas, sus artículos periodísticos. Lo que mejor lo define.