Faro de Vigo

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De vuelta y media

Cuando llegó el FARO

Un aguerrido voceador cargado de diarios conquistó la ciudad en 1893 con la noticia de la muerte del general Margallo

FARO acaba de celebrar el veinticinco aniversario de su edición de Pontevedra con una exposición al aire libre en la plaza de San José y la calle Rosalía de Castro, donde estaban plasmadas sus mejores y más significativas portadas de todos esos años. Sin embargo, la estrecha relación del periódico con esta ciudad se remonta nada menos que a finales del siglo XIX.

Prudencio Landín Tobío hiló una crónica magistral sobre aquel feliz acontecimiento para un número conmemorativo de su centenario en 1953, otra efeméride singular en la historia del decano de la prensa española. La buena memoria, el dato certero y la amenidad periodística que entrelazó con maestría, se unieron en aquella colaboración que constituye hoy un testimonio impagable de cuando Faro entró en Pontevedra, su título original.

La muerte del general Juan García Margallo en Melilla a manos de una multitudinaria revuelta de moros enrabietados, provocó el primer gran despliegue comercial del Faro en Pontevedra, que Landín vivió de cerca.

El afamado bizarro dirigía por encargo del Gobierno de Mateo Sagasta la construcción de un fuerte en aquella plaza africana para completar la defensa del Valle del Río de Oro. Pero cometió el error de ubicar su emplazamiento muy cerca de la tumba de Sidi Guariach, santo venerado por las cabilas moras, sin tener en cuenta las posibles consecuencias. Inopinadamente un mal día las escasas fuerzas españolas se vieron sorprendidas por un enorme contingente de insurgentes rifeños que llegaban de todas partes con ánimo vengativo.

Cuando reaccionó el Gobierno ya fue tarde para el general Margallo, que perdió la vida de un balazo el 28 de octubre de 1893. Héroe para unos e insensato para otros, su impronta resultó tan grande que aquella refriega llegó a denominarse popularmente como la guerra de Margallo.

Faro envió a esta capital en el primer tren del día siguiente a uno de sus mejores voceadores, acompañado por dos ayudantes cargados de paquetes de periódicos. "¡El Faro de Vigo, con la muerte del general Margallo!", fue el grito casi bélico que Ángel no paró de lanzar desde el mismo andén de la Estación. A su paso, la gente se agolpaba para conseguir un ejemplar.

El voceador y sus ayudantes se dirigieron primero a la plaza de San José, centro neurálgico por su continuo trasiego de viajeros hacia poblaciones cercanas. Luego continuaron por la Peregrina y Herrería. Y finalizaron su recorrido urbano en las inmediaciones de la Plaza de Abastos, junto al puente del Burgo, donde agotaron sus periódicos.

Ángel conquistó Pontevedra para Faro en un solo día por su forma tan vehemente de airear la gran noticia que conmocionó la ciudad entera. Y las mismas escenas se repitieron las semanas siguientes con otros acontecimientos como la bomba que explotó en el Liceo de Barcelona, el embarque de tropas para Marruecos, el cólera que hizo estragos en Vizcaya y La Rioja, el atentado anarquista contra el capitán general Martínez Campos y un largo etcétera.

El joven Prudencio Landín también dejó cumplida muestra de su ecuanimidad periodística en aquella magnífica crónica al reconocer abiertamente, sin cortapisa alguna, que la entrada del Faro en Pontevedra resultó poco menos que un paseo militar frente a la competencia local.

"Los periódicos de Pontevedra -escribió- hacían lo que podían, y nada más que lo que podían"?

Este testimonio directo encerraba un doble valor, puesto que el principal diario pertenecía a su padre, Andrés Landín, y el joven Prudencio realizó allí sus primeras colaboraciones.

Además de disponer de una impresión mejor, Faro se benefició especialmente del hilo telegráfico directo que unía Madrid con Vigo. Por ese motivo, recibía antes desde la villa y corte todos los despachos de la agencia Mencheta, que transmitían las principales noticias, tanto internacionales como nacionales. Aunque los envíos telegráficos para el diario de la capital salían de Madrid al mismo tiempo que las noticias destinadas a Faro, su posterior remisión de Vigo a Pontevedra sufría habitualmente un retraso considerable de varias horas. La ventaja era notoria.

Landín contó que la desesperación de su padre fue tal, que durante algún tiempo cambió su periódico de vespertino a matutino para estar en la calle antes de la llegada del primer tren de Vigo cargado de faros. Pero todos sus intentos resultaron infructuosos, porque las noticias enviadas de Madrid a Pontevedra por la agencia Almodóvar siguieron sin llegar a tiempo.

Pasado el tiempo, desde 1939 hasta 1963, Faro llenó la orfandad de prensa local que padeció Pontevedra. Poco a poco amplió la información diaria que dedicó a esta capital y que enriqueció con destacados colaboradores, tanto literarios como gráficos: de Filgueira Valverde, a Isidoro Millán, o de Ramón Peña a Agustín Portela, pasando por el propio Prudencio Landín.

El momento culminante de aquellos años se produjo a mediados de 1963 con la apertura de una moderna delegación en la segunda planta del número 14 de la calle General Mola. Las instalaciones bendecidas por el párroco de San Bartolomé, don Teodoro Castro, contaron con cinco amplias dependencias: recibidor, administración, redacción, laboratorio y despacho del delegado. Al frente estaba Benigno de la Torre, el entrañable Tono, que marcó una época y luego entregó el testigo a su hijo Emilio.

El gobernador civil, José González-Sama, el alcalde José F. Filgueira, el presidente de la Diputación, Enrique Lorenzo, y el delegado de Información y Turismo, Rafael Landín, encabezaron la nutrida representación de autoridades presentes. Aquel día Filgueira hizo un canto a la buena vecindad entre ambas poblaciones y ponderó la estrecha relación de Faro con Pontevedra.

"Pontevedra -dijo- ha considerado al Faro como su diario por carecer de uno propio. Por eso tiene contraída una larga y amplia deuda de gratitud. Porque sabe muy bien que Faro de Vigo ha querido ser siempre un periódico de Pontevedra".

Aquella delegación de Faro puso con el paso de los años unos sólidos cimientos para el nacimiento de la edición de Pontevedra que acaba de celebrar sus bodas de plata.

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