La agenda música del padre Luís estaba siempre muy cargada de citas y acontecimientos que requerían su presencia. Nunca sabía decir que no. Pero entre todas ellas, hubo una celebración por la cual sentía una predilección especia: Santa Cecilia, patrona de la música y de los músicos.

Cada 22 de noviembre, la gran familia musical de esta ciudad cumplía con la vieja tradición y abría la festividad con una misa en San Francisco, cuya parte musical estaba reservada a la batuta del padre Luís. Al acabar la misa, tampoco faltaba la foto de rigor de la grey alineada en las escaleras hacia la Delegación de Hacienda. La concurrencia era muy numerosa cuando las orquestas pontevedresas vivían su edad de oro y gozaban de enorme prestigio.

Pero aquel día de noviembre de 1955, el padre Luís no acudió a la cita ineludible y se encendieron todas las alarmas porque los amigos cercanos tenían noticia de su maltrecha salud. El sacrificado franciscano no faltaría a aquel encuentro de no sentirse mal, sin fuerzas para mover su batuta directora.

El asunto trascendió a toda la ciudad porque Rafael Landín planteó la cuestión en la revista Litoral. "¿Y el padre Luís?", se preguntó el periodista tras reseñar su ausencia en una festividad tan sentida como suya.

Entonces el franciscano Pascual Casanova se vió en la obligación de ofrecer una explicación en nombre de la comunidad religiosa: el padre Luís estaba enfermo desde hacía algún tiempo y debía guardar reposo. De ahí su recogimiento en la celda del convento y su sustitución en la misa por el maestro Isidro Taboada, quien cumplió dignamente el encargo del Sindicato del Espectáculo para que no faltara la música en tan celebrada fecha.