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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Retrato de un hombre de hielo

Continúa en los medios la publicación del archivo secreto que el excomisario Villarejo fue acumulando durante años sobre la vida y milagros de personajes conocidos de la sociedad española. La lista es larga y va desde el actual rey emérito, Juan Carlos I de Borbón, hasta políticos y financieros de primer nivel, el último de los cuales ha resultado ser el banquero gallego Francisco González.

Según se deduce de los datos que va filtrando Villarejo desde la cárcel, González, cuando era presidente del BBVA, autorizó durante varios años el pago de diversas cantidades por un importe total de cinco millones de euros a una empresa participada por el excomisario en concepto de "servicios de inteligencia". Servicios que, por lo que se va sabiendo, consistieron en espiar a quienes, con mejor o peor fundamento, estaban catalogados como enemigos del banco, es decir, del propio González que no quería ver ni en pintura a rivales que pudieran moverle la silla.

La noticia ha servido para revisar la etapa del banquero gallego al frente de la entidad vasca y de forma especial algunos episodios de la lucha por el control de la misma. Entre ellos su nombramiento, propiciado por Aznar desde la jefatura del Gobierno, para españolizar un banco que tradicionalmente se consideraba ligado al PNV y a la oligarquía de Neguri. Esto ocurría durante el aznarato, que fue de casi absoluta tranquilidad para González, pero con la llegada de Zapatero las aguas volvieron a agitarse cuando un grupo de inversores encabezados por Luis del Rivero, presidente de la constructora Sacyr, quiso tomar el control del BBVA.

Sondearon la postura del gobierno socialista, pero ni el vicepresidente Pedro Solbes ni el Banco de España apoyaron la operación al no ver razonable que una constructora que en Bolsa tenía un valor (decreciente) de 3.000 millones de euros se hiciese con el control de otra que estaba valorada entonces en 42.000 millones. En aquel momento, el grupo de inversores controlaba solo el 3,1% del accionariado y las autoridades económicas estimaron que una participación que no llegase al 5% no podía considerarse significativa para embarcarse en una iniciativa tan ambiciosa.

Todo esto ya es historia aunque sirve para esclarecer algunas maniobras políticas y financieras que permanecían en la penumbra informativa. Y si ahora ven la luz es en parte porque muchas de ellas ya han prescrito penalmente. Y de paso también habrán servido para hacer una apresurada biografía de Francisco González, un personaje que desde sus inicios como programador de Nixdorf y agente de Bolsa, llegó a ocupar la presidencia de la considerada como primera entidad financiera de España.

En algunos medios se le describe, poco amistosamente desde luego, como un "superviviente sin sentimientos, dispuesto a todo, incluso supuestamente al espionaje, para triunfar. Un hombre de hielo". Más caritativa en cambio es la opinión de Solbes en sus memorias que lo describe como un hombre que gusta del tanteo y de las medias palabras. Es decir, de esa forma de ser con la que se caricaturiza a los gallegos. Al margen de todo ello, no deja de sorprender que otro gallego, Manuel Jove, se hubiese llegado a convertir en el mayor accionista del BBVA con un 5% del accionariado después de la venta de Fadesa. Pudo haber pujado, con otros, por el control del banco pero fue prudente.

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