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Antonio Rico

El sol y la muerte

"Ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente" dijo François de la Rochefoucauld. Por eso debemos protegernos cuando exponemos nuestros ojos directamente a ellos. Para mirar el sol es bueno usar instrumentos dotados de filtros solares muy potentes, debidamente homologados, y limitarse a contemplarlo durante unos pocos segundos. Y para mirar la muerte conviene protegerse con una buena comedia, preferiblemente de última generación, y enfrentarse al horror de la desaparición personal a través del filtro del sarcasmo y la ironía durante no más de veinte o veintidós minutos. Acaba de aparecer en el mercado una serie específicamente recomendada para este fin: "El método Kominsky". Eficacia clínicamente probada.

"El método Kominsky" -Netflix, Globo de Oro a la Mejor Comedia de este año- es la primera serie humorística que trata abiertamente sobre la vejez y la muerte, y lo hace con una franqueza y una lucidez muy poco habituales en medio de una cultura de masas que ha designado a la puta señora de la guadaña como el mayor de los tabúes, el último de los secretos del que nunca jamás debe hablarse. Nada que ver con "Las chicas de oro" y su "estamos estupendas a los sesenta". Michael Douglas y Alan Arkin tienen setenta años, están hechos polvo, viven rodeados de personas queridas que van muriendo y saben que su propio barco ha comenzado a hundirse. Es cuestión de -poco- tiempo acabar bajo tierra, y, sinceramente, no tienen ni puñetera idea sobre cómo afrontar esta situación. Reírse puede ser una forma de pasar el rato.

Ni el sol ni la muerte pueden mirarse fijamente, lo que no impide que vivamos permanentemente bajo su influencia e intuyamos su presencia de reojo. Las ficciones son filtros inversos; así como un cristal tintado permite mirar una luz demasiado fuerte, las conversaciones de Alan Arkin y Michael Douglas al volante permiten exponerse con seguridad a una oscuridad imposible de asumir. Lo llaman el método Kominsky y evita daños en la retina y en el alma.

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