En el profundo y conocidísimo poema que forma parte de "Proverbios y cantares" escribió Antonio Machado: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar" y añadió: "Al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar". En este corto y profundo verso, el autor sitúa al ser humano ante el futuro y el pasado.

Sobre el porvenir, nos dice que el futuro de cada uno de nosotros consistirá en lo que hagamos nosotros mismos. No puedo estar más de acuerdo con esta reflexión. El camino de cada uno no nos lo pueden hacer otros, será el que andemos por nuestros propios medios. Esta reflexión me parece especialmente relevante en una sociedad, como la actual, en la que hacemos depender del Estado benefactor nuestro destino y en la que solemos culpar a los demás de nuestros propios errores. Para valorar lo que llevamos andado convendría, como dice Machado, que nos fijáramos en las huellas que hemos ido dejando cada uno, no en los pasos que no dimos porque esperábamos equivocadamente que otros los dieran por nosotros.

Por otra parte, en el camino que vamos haciendo al andar tenemos más posibilidades de lo que parece de influir en nuestra propia suerte. O dicho de otro modo, en el vivir diario que va trazando nuestro camino es verdad que influye la suerte, pero no lo es menos que cada uno de nosotros puede influir positivamente en los pasos que damos y que parecen debidos a la suerte.

Porque la suerte no es vista de la misma manera por el triunfador que por el fracasado. Jacinto Benavente escribió que los que triunfan siempre creen que ha sido por su talento o por su trabajo y que les humilla que se pueda creer que ha sido por la suerte. No le falta razón, porque cuando el triunfo es consecuencia del propio esfuerzo suele molestar que los demás lo atribuyan más a la casualidad que a lo hecho por uno mismo. Por eso, los triunfadores, aunque en su fuero interno saben la influencia real que ha tenido la buena suerte en su exitosa vida, ante los demás tienden a minimizar sus efectos. Reconocen a regañadientes que han tenido buena suerte, pero a renglón seguido no se recatan en destacar su extraordinario esfuerzo.

El fracasado, en cambio, ve en la suerte -naturalmente, la mala- , la causa de todos sus males. Cuando tiene que justificar cómo ha llegado a la penosa situación en que se encuentra, lo primero a lo que suele recurrir es de la mala suerte: su estado se debe al encadenamiento fortuito de sucesos desfavorables ante a los que nada pudo hacer. Y aunque, al igual que el triunfador, sabe perfectamente qué papel ha jugado en su vida la mala suerte, ante los demás tiende a exagerar la perniciosa influencia de la misma y lo poco que pudo influir él en mejorar su situación.

La otra reflexión que suscita este excelente poema es la que dice que nunca hemos de volver a pisar el camino andado. Tiene razón el poeta andaluz al afirmar que la vida corre hacia delante y que nunca podremos descontar años ya transcurridos. Por eso, aunque digamos que nos sentimos muy jóvenes, tenemos exactamente los años cumplidos y jamás podremos rebajarlos por el solo hecho de que nos sintamos con menos edad.

Hay, sin embargo, un modo de consolarse sobre la posibilidad de volver a nadar sobre lo ya pasado. Y es valerse del recuerdo, hacer memoria de sucesos pasados que nos permiten volver a pisar con el pensamiento la senda caminada. Pero es solo consuelo, porque los años pasados no vuelven y las huellas que deja el paso del tiempo en nuestro cuerpo y en el alma impiden volver a transitar por lo ya andado.

En la juventud, la mirada se proyecta hacia el frente, y no se vuelve la vista atrás porque la senda transitada es muy pequeña comparada con la que queda por recorrer. Pero cuando se lleva andado mucho, se ve que por delante no queda apenas camino, y que, en cambio, son demasiadas las huellas dejadas. Como hay una gran descompensación entre lo mucho vivido y lo poco que queda por venir, se vive recordando, se vuelven a hacer pasar por el intelecto momentos transcurridos. Pero no hay que engañarse no es volver a pisar el pasado, sino traer a la memoria vivencias que tenemos guardadas en el baúl de los recuerdos

Lo que antecede me lleva a afirmar que el camino son las huellas andadas y las que nos quedan por marcar. Pero las primeras nunca las volveremos a pisar porque no se puede hacer camino hacia atrás desandando lo vivido.

*Catedrático y escritor