A estas horas, lo más probable es que se haya cruzado ya entre las direcciones estatal y gallega del PP algún tipo de comunicación para explicar la -vista desde allí- seguramente extraña unanimidad de la última sesión del Parlamento de Santiago. Extrañeza que se derivaría no sólo del apoyo popular a una iniciativa política -de largo alcance- del Bloque Nacionalista Galego, sino porque si bien no en el texto, la intención del BNG era evidente: seguir la estela de sus colegas vascos y catalanes, algo que saben perfectamente quienes votaron a favor. Todos sin excepción, salvo monumental despiste o o una inexplicable ignorancia.

A partir de esa obviedad -al menos desde el punto de vista de quien esto escribe- es desde donde se puede hacer la crítica. Y no servirá para evitarla que se diga que en el fondo la actitud del PPdeG era un simple postureo ni que su respaldo a la literalidad de la iniciativa no significa apoyo a esa etérea afirmación de que se pretende para Galicia "el mismo autogobierno" que reclaman los nacionalistas del PNV, ERC o PDeCat. Y menos aún si se argumenta que lo que se buscaba era en realidad evitar la acusación de que "la derecha gallega" no quiere igualarse con Euskadi y Cataluña.

No serviría ninguno de esos supuestos motivos porque coinciden en un error de base: el postureo no debería ser permisible entre los políticos serios y la excusa de la reacción opositora se habría replicado con la mera comparación -bien explicada, por supuesto- de lo que cada cual ha hecho en estos años por el progreso y la modernización de Galicia. Dejar ahora a la libre interpretación lo que respalda el PPdeG, por más que se apele al Estatuto, no parece la voluntad de sus bases y votantes y con seguridad les ha sorprendido a ellos y a Casado y su entorno.

(Conste que en cuanto a las otras partes que han hecho posible la unanimidad, es evidente que el BNG logró su objetivo y que -desde el magma en que se cuece- En Marea no podía actuar de otra manera. Y en cuanto al PSOE, vista la actitud de "su" Gobierno para con el PNV y la que casi todos recelan hacia los separatistas catalanes, su apoyo al Bloque estaba cantado. Aunque, la verdad, tampoco preocuparía demasiado a nadie, ni en Ferraz ni aquí, que hubiese hecho otra cosa diferente. A estas alturas, les guste o no, la dirección del PSdeG apenas cuenta.)

En definitiva, es probable que lo peor de la actitud del PPdeG sea que incluso a estas horas siga intentado justificarse repitiendo el argumento de que su postura era la lógica. Porque eso es sólo una apariencia que necesita justificación dado que la evidencia demuestra lo contrario. Y en un momento como éste, en el que hay un riesgo real de que la situación en Cataluña se reproduzca en el País Vasco con o sin Navarra y Baleares -y ya se verá-, que la otra nacionalidad histórica emita señales confusas sobre hasta dónde quiere llegar es absurdo. Parlamentariamente valía la abstención y, socialmente, la explicación de que para ser como el País Vasco y Cataluña -que tampoco tienen transferidas todas sus competencias estatutarias- no es necesario apoyar a quienes defienden la autodeterminación. No porque las tesis nacionalistas sean tabú o ilegalidad -siempre que respeten las reglas democráticas vigentes- sino porque esa actitud es una incoherencia con las suyas propias y un error estratégico de considerables dimensiones.

¿O no??