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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

El apóstol de la modernidad

Para los de mi generación -que también era la suya- el escritor y periodista asturiano Juan Cueto Alas, que acaba de morir en Madrid, estaba considerado como el "apóstol de la modernidad". Una especie de agente comercial de novedades filosóficas, literarias y políticas venidas de allende los Pirineos y de las que él parecía tener la representación en exclusiva.

A Cueto no le gustaba nada el sobrenombre y además el oficio de contrabandear cierta clase de material ideológico aún tenía su riesgo allá por el final de la dictadura franquista y en los inicios azarosos de la transición. El franquismo odiaba la modernidad liberal y democrática y tenía en su lista negra (o en la cárcel o en el exilio) a todos aquellos que propugnaban la difusión de unos postulados tenidos por disgregadores de la sagrada unidad de la patria. Entre ellos, y en lugar bien visible, el escritor ahora fallecido.

Insisto, no le gustaba a Cueto que lo considerasen un "apóstol de la modernidad", por mucho que tanto dentro como fuera de España lo tuvieran como una referencia imprescindible para entender la evolución de la dictadura a un régimen de libertades formales.

Y así lo entendió, por ejemplo, el intelectual alemán Hans Magnus Enzensberger que se desplazó hasta Gijón para entrevistarse con él. Era el tiempo de la durísima reconversión industrial ordenada por el gobierno del socialista Felipe González y desde el jardín del chalé que entonces ocupaba el periodista, en la zona residencial de Somió, se divisaba a lo lejos el humo negro de las barricadas de neumáticos incendiadas por los obreros de los astilleros durante las jornadas de protesta contra su cierre. Según nos contó Enzensberger, el escritor asturiano veía el espectáculo como una simulación revolucionaria que en ningún caso (y así fue) podría evitar la inevitable modernización de una industria obsoleta que se estaba quedando sin contratos y a la que el Estado nunca debería subvencionar para que perviviese. Hecho el diagnóstico con la simpática locuacidad que lo caracterizaba, Cueto excusó su presencia alegando que debía de coger un avión para dar una conferencia en otra ciudad donde se le requería para conocer su punto de vista sobre un asunto distinto.

En los años 80, fundamentalmente, la opinión de Cueto Alas era considerada como imprescindible y llegó a formar junto con Vázquez Montalbán, Manuel Vicent y Rosa Montero un grupo selecto de columnistas con muchos seguidores. Estaba, como suele decirse, en la cresta de la ola y aún lo estuvo más cuando Prisa, que entonces gobernaba Polanco, le encargó el diseño de Canal Plus, la cadena de televisión que le concedió el Gobierno del PSOE. Me lo encontré en el hall del Hotel de la Reconquista de Oviedo y cuando le pregunté por el estilo que pensaba imponer en el nuevo medio audiovisual me contestó desenfadadamente que iría dirigido a gente de un determinado nivel intelectual. "De cejas altas" para entendernos. Pasado el tiempo volvimos a tropezarnos y le dije que de "cejas altas" nada de nada. Que se trataba más bien de un canal para gente de bares de carretera, con fútbol a todas horas, porno, y cine de sesión continua. No le pareció mal y se rio. Era un hombre muy simpático.

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