La llegada a Vigo, con un siglo de por medio, de dos lucenses, del mismo pueblo, Viveiro, e idéntico apellido, Leal, tiene una notoria repercusión cultural en la ciudad en cada tiempo.

El primero es Nicolás Taboada Leal, a quien Vigo debe en buena medida la consolidación del Lazareto de San Simón, que supuso el gran despegue transoceánico de la ciudad.

Es más reconocido por la dimensión cultural, por su obra más difundida, la primera historia de Vigo, de título casi familiar, "Descripción topográfico histórica de la ciudad de Vigo, su ría y alrededores", publicada en 1840.

Todos los historiadores posteriores, con las revisiones lógicas, lo siguieron. Y muchas de sus apreciaciones sociológicas sobre Vigo y los vigueses guardan total vigencia.

Es asimismo una obra pionera, ya que se trata de la primera historia que se escribe de una ciudad gallega en los tiempos modernos.

Taboada Leal llegó a la ciudad, recién graduado en Medicina en la Universidad de Santiago, y ya no se movió. En las siete décadas que la habitó - muere en 1883-, despliega una enorme influencia intelectual y cultural, y ganó merecido prestigio. La ciudad le reconoció dándole nombre a una céntrica calle.

Su hijo, Nicolás Taboada Fernández, será el primer cronista oficial de la ciudad.

La figura de Francisco Leal Insua, que tomará posesión de la dirección del Faro en febrero de 1949, se ha desdibujado con el paso del tiempo, y las circunstancias políticas, aunque durante los doce años que timoneó el decano, fue reconocido, en Galicia y en los ambientes literarios.

De entrada, dejó para la posteridad la autoría de "los pliegos del Faro", los famosos suplementos que jalonaron el año de celebraciones del centenario del periódico en 1953, con firmas como Menéndez Pidal, Azorin, Eugenio D´Ors, Julián Marias, y cuánto pluma ilustre había en el panorama español. Este es un mérito encomiado.

Pero hay otro de relevancia que apuntar a Leal, poco explorado: lo que podríamos denominar cambio geoestratégico cultural de Vigo. Un tema muchas veces esbozado, pero que nunca ha sido tratado en profundidad: las incidencias externas en la conformación de la identidad social y cultural de la ciudad.

Sabido es que se distingue por las características de acogedora y receptiva. Y lo ha sido siempre, en lo que se refiere a la gente, pero también en el campo de las ideas, las iniciativas, la cultura y la economía.

Es sabida, y ha sido ampliamente estudiada, la influencia de los catalanes en el desarrollo industrial, desde la época del salazón. Pero no se ha prolongado ese estudio a la incidencia provincial gallega, a pesar de que en el lenguaje popular es un tópico decir que un tercio de vigueses es de Ourense, o resaltar la importancia de la gran colonia luguesa. Responde a la realidad.

Vigo absorbió cuanto le llegaba, y le llegó mucho, en especial de las provincias citadas. De A Coruña recibió menos, pese a la potencia territorial de ésta y sus ciudades, quizá por una falta de sintonía.

Vigo hace suyos a los personajes que llegan y que aportan, y son considerados como vigueses.

Desde finales del siglo XIX, y comienzos del XX, prevalece de manera clara en el ámbito sociocultural la influencia de Ourense, que se simboliza en los poetas Curros Enríquez y Lamas Carvajal, y cristaliza en la mitad de la pasada centuria con dos personajes como Otero Pedrayo y Vicente Risco.

Pero con la presencia de Leal Insua, el periódico, que es el escaparate de cuanto ocurre, y la propia ciudad, se luguizan. Nunca sonaron tantos nombres lucenses como en la década de los cincuenta y sesenta.

No llegó sólo. Lo hizo acompañado de su mujer, la gran pintora, Julia Minguillón, que coincidió con una efervescencia de artistas plásticos en Vigo, donde se revitalizó la pintura.

En el ámbito de las letras, he aquí algunos de los lucenses destacados que se incorporaron a la vida de la ciudad: el poeta José Díaz Jácome, y el personaje que marcará las tres décadas siguientes, Alvaro Cunqueiro, a quien Leal rescata del ostracismo al que le había relegado el régimen en Mondoñedo. Y Salvador de Lorenzana (Fernández del Riego, y sus hermanos), y nombres como Angel Fole, Luís Pimentel, Gamallo Fierros, y otro oriundo, personaje de una gran influencia: Casal Rivas.

La estancia de Leal en Vigo supuso un desplazamiento sociocultural, del ourensanismo hacia el luguismo, y la prevalencia de los personajes oriundos de esta provincia.

Otra aportación suya es haber reintroducido el aprecio por la poesía, hasta hacer de Vigo un gran espacio poético, denominado con fortuna por otro de sus colaboradores, Manuel de la Fuente, "ciudad a la sombra de Martin Codax".

Se celebraban las fiestas de la poesía todos los años y los escritores presumían de ser poetas, recitar y participar en justas, que se expandían por toda la comarca. Escribir poesía era una afición natural.

Un gran personaje este Leal Insua que merece reconocimiento, y a quien habrá que dedicar atención a lo largo del año setenta de su llegada a Vigo. Fue quien recuperó y dio cancha a personajes, entonces sospechosos políticamente, como Julio Sigüenza, cuando quienes pudieron hacerlo se excusaron. El se atrevió. Y habrá que recordarlo.