El conflicto urbanístico abierto en Vilariño es la prueba de la urgente necesidad de aprobar de una vez por todas el Plan Xeral. Un documento que hace años que en Cangas se trata de sacar adelante y que lo único que se consiguió, hasta ahora, es sacar a la gente a la calle. Se utilizó una y otra vez como arma arrojadiza por parte de los políticos de turno y se entró en un bucle en el que la venganza política se antepone al interés municipal. Cuando se está en el gobierno a todos se les llena la boca con la palabra consenso, pero cuando pasan a la oposición lo primero que hacen es rechazar las invitaciones. No hay excepciones. El PXOM es el primer refugio para rescatar los votos perdidos. Y lo que no se puede es hacer urbanismo a golpe de modificación puntual, que no es precisamente la más adecuada cuando se está a punto de llevar el documento para la aprobación inicial. De nuevo no habrá PXOM. En año electoral no se atrevió a aprobarlo definitivamente el PP cuando tenía mayoría y tampoco lo hará el tripartito. El miedo al PXOM es escénico en Cangas.