Como es sabido, el "parto de los montes" es una breve fábula de Esopo en la que se relata que los montes se ponen de parto, infundiendo pánico ante la catástrofe que se avecina, y al final, ante la sorpresa de la ciudadanía, paren un pequeño ratón. Se suele recurrir a esta fábula para referirse a aquellos acontecimientos que, anunciando la llegada de algo extraordinario, se quedan prácticamente en nada.

Algo de esto está sucediendo con Pedro Sánchez. Llegó a la Moncloa, según sus propias palabras, al menos, con dos objetivos que eran inalcanzables para su antecesor, Mariano Rajoy,: regenerar la democracia y resolver de una vez el problema de la independencia de Cataluña.

Si regenerar es dar nuevo ser a algo que degeneró para restablecer y mejorarlo, cualquier observador objetivo de nuestra realidad, si compara la situación política anterior con la actual, lo que apreciará indiscutiblemente es que lo que de verdad mejoró Sánchez fue su vida personal: vivienda, sueldo, vacaciones, y medios para desplazarse, él, su familia y su mascota.

Lo lamentable es que tampoco parece haber traído ninguna fórmula nueva para resolver el problema de Cataluña. En efecto, en la que empieza a ser una costumbre de los nuevos "reyezuelos" de nuestras autonomías, que, como si fueran "monarcas" de sus respectivos territorios, replican, aunque en fin de año, el discurso navideño del Rey, el pendenciero Torra insistió verbalmente en la vía de la declaración unilateral de independencia, exhortando a los de sus secta a "realizar el mandato democrático de libertad, para rebelarse ante la injusticia y para hacer caer los muros de la opresión". Pues bien, ante tan reiterada amenaza, el presidente del Gobierno de España, y como si se tratara del parto de los montes, ofreció al presidente de la Generalitat la que considera "novedosa" fórmula de "diálogo y ley".

Tengo para mí que a Pedro Sánchez no le interesa nada de lo sucedido si no es él quien lo protagoniza. Y, por eso, no se detiene a comprobar lo que se le ha ocurrido a otros con anterioridad. Pues bien, si abandonara por un momento su narcisismo y se limitara simplemente a consultar la hemeroteca, vería, por ejemplo en El País digital de 22 de diciembre de 2017, hace poco más de un año, que "Mariano Rajoy ha ofrecido este viernes un diálogo dentro de la ley, constructivo, abierto y realista al Govern que se constituya en Cataluña como resultado de las elecciones?".

Llegados, pues, a este punto, si Sánchez lo único que ha conseguido es regenerar su vida personal (en algún momento estuve en el paro) y su parto de lo montes es ofrecer a finales de 2018 la misma formula para resolver el problema de Cataluña que la que ya habría propuesto su antecesor, no debería extrañarnos que hubiera quien se preguntara: ¿a qué vino la moción de censura? No me gusta maliciar, pero cada vez sospecho con mayor fundamento que perseguía un triple objetivo que puede considerarse alcanzado. A nivel particular, el ascenso de Pedro Sánchez al poder resolvió su problema personal. Desde la óptica del Partido Socialista, hubo muchos que volvieron a "tocar nómina". Lo cual permite sostener que todo lo que hacen los actuales dirigentes del PSOE son enredos para seguir encastillados en La Moncloa y sus aledaños todo el tiempo que puedan.

El tercer y último objetivo, el de los que auparon a Sánchez a la Moncloa, también está siendo conseguido: cada formación política, al ir pasando por "Caja", va recibiendo la contraprestación prometida por el nuevo presidente del Gobierno.