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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

El "lobby" del inglés no descansa

Leíamos hace unos días en un diario de circulación nacional las conclusiones de un congreso sobre Lengua y Sociedad según las cuales la educación bilingüe resulta "rentable" para los escolares.

"Estudiar alguna de las asignaturas en inglés tiene un efecto positivo tanto en el aprendizaje de ese idioma como en el de la lengua materna", se explicó en ese congreso, organizado por la UNED. Y agregaba la información: "Aunque implica avanzar más lento en el aprendizaje del temario de la asignatura, logra que los niños afiancen mejor los conocimientos y desarrollen más destrezas de aprendizaje" que les serán luego "útiles".

El congreso, titulado "English impact" -cuando hablamos aquí de bilingüismo, hablamos solo del inglés- contó con la colaboración del British Council y del Australian Council for Research in Education", dos organismos se supone que interesados en la propagación de esa lengua. Es lo primero que le hace a uno sospechar de sus conclusiones. Como me dijo con sarcasmo un amigo, profesor de clásicas y políglota, si tan bueno creen que es para el alumno ¿por qué en los países anglófonos no enseñan todas las asignaturas en español?

El director del Congreso reconocía que ser bilingüe no significa tener la misma competencia en las dos lenguas. "Para ser realistas, decía también una de las participantes, deberíamos interpretarlo como que los jóvenes acaben su educación pudiendo mantener una conversación fluida en ambas lenguas". Otra de las intervinientes en el Congreso llegó al afirmar que lo importante es que los niños "aprendan a desenvolverse en inglés día a día", para lo que reivindicaba una mayor inmersión.

Y ello implicaba, según ella, que en los centros se hablase el inglés en clase pero también en los patios, con el personal administrativo, con el de limpieza. Pero ¿hemos acaso enloquecido? Muchos profesores se quejan de que se les obligue a impartir asignaturas en un idioma que no es el suyo por las dificultades que representa tanto para ellos -confiesan no sentirse cómodos- como para la necesaria comprensión del alumno.

Y parece de sentido común pensar que el hecho de que en colegios bilingües puedan darse a veces mejores resultados que en otros menos favorecidos puede tener que ver con el nivel cultural de las familias y la ayuda que estas prestan diariamente a sus hijos, incluso pagándoles, si hace falta, clases particulares de idiomas. El problema es que, como dice mi amigo políglota, es que se ha terminado poniendo todo un sistema educativo, su personal y sus recursos al servicio del "imperialismo lingüístico" del inglés y sus medios de penetración.

El inglés se ha convertido en un fetiche social, sin que nadie, desde Vox hasta Podemos, se atreva a gritar como el niño del cuento de Andersen que "el rey está desnudo".

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