Lamentarse no es suficiente. Nadie debe considerar que un accidente es una simple fatalidad que hay que tomar con resignación. Nunca. Cada accidente es una oportunidad de investigar más, de mejorar la calidad de vida de los tripulantes y de establecer normativas y formación más eficaces sobre la navegación, gracias a las cuales se produjo un descenso en la siniestralidad en las últimas décadas".

No lo digo yo. La reflexión corresponde a la Asociación Española de Titulados Náutico-Pesquera (Aetinape), que considera necesario recordar que la mayoría de los siniestros marítimos en los últimos años se producen en buques similares al Sin Querer Dos o al Silvosa, que dejaron un triste resultado de cuatro marineros muertos y un desaparecido en dos días consecutivos.

La Aetinape destaca que "es una obligación cuestionar aspectos como el diseño de los barcos, sus condiciones de flotabilidad, las circunstancias de los accidentes, los factores exógenos como las condiciones de mar o el viento, y los endógenos, así como -sin dudar de la profesionalidad de nadie- estudiar qué habilidades manejan los responsables de navegación de este segmento de flota".

En este punto parece oportuno recordar los planteamientos de algunos armadores interesados en modificar los planes de estudios de los profesionales que se preparan en las escuelas de formación náutico-pesquera. La modificación que proponen no contribuye a una mayor y mejor formación (lo que no pone en duda, al menos no es esta mi intención, la que tenían los patrones de los barcos accidentados uno cerca de Fisterra, el otro en la zona de compuertas del puerto de Malpica). Esas modificaciones de los planes de estudios no parecen ser la panacea que permita superar males endémicos de nuestras flotas pesqueras que, como recuerdan los náutico-pesqueros, bastantes muertes han registrado, sin que se hubieran extraído más consecuencias que las fotos de rigor de los responsables pesqueros de la comunidad y el municipio y las muestras de dolor del entorno familiar de los fallecidos o desaparecidos.

"Hace décadas, antes de que existiese la Ciaim, el sector clamaba por no reducir cada accidente a un rezo de plañideras. Hoy, con esa comisión haciendo un mar más seguro para todos, tenemos que compartir esa misión: después de llorar hay que investigar y homenajear a los muertos sabiendo los por qué de esos luctuosos episodios".

Lo dice Aetinape, que sabe de mar. El arriba firmante lo suscribe.