Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

HISTORIA

Cousas de Ourense

Seguramente a muchos de ustedes el título de este escrito les sonará a un conocido libro de nuestro gran arqueólogo y prehistoriador Florentino López Cuevillas, que con Risco y Otero Pedrayo, forma esa triple cumbre intelectual ourensana y gallega. Este volumen, editado por el Concello de Ourense en 1969, ya muerto el maestro once años antes, reúne 165 artículos,en los que se refleja, según dice en el prólogo D. Ramón Otero, "un espíritu amantiño e sinxelo, sereamente melancólico, bondadoso humorista, sempre relixiosamente confiado" (p.9), y también un profesado ourensanismo ("como un monxe -dí Otero- profesa a súa Regoa"), artículos que tratan, pues de eso, de Ourense, de sus calles y sus plazas, de sus hombres, del paisaje, de la historia, de las creencias y mitos, del arte, etc., de todo aquello que le parecía propio y singular de Ourense.

En la historia de las ciudades y los territorios siempre ha habido algún elemento físico, algún momento especialmente relevante, o algún personaje sobresaliente que ha dejado una perenne huella entre sus conciudadanos a lo largo del tiempo, o ha ocurrido un suceso extraordinario por el que es recordada, o se relaciona por alguna peculiaridad que la hace única.

En el caso de Ourense, entre los muchos ejemplos que podíamos aportar, permítanme hablar de alguno que nos caracteriza, como un majestuoso río como el Miño; un magnífico, vetusto y esbelto puente; la naturaleza nos regaló también las Burgas, que nos ha dado renombre y bienestar. Y nuestros hombres han llevado su fama por todos los rincones de España y muchos de América detrás de una rueda de afilar hasta convertir esta provincia "na terra da chispa". O han surgido personajes irrepetibles, como D. Pedro Quevedo, que este año celebramos el bicentenario de su fallecimiento y que alcanzó la más alta representación del Estado como Regente de España en 1810.

Bueno, pues de esto quiero hablarles un poco hoy, de cómo Ourense va esculpiendo y dando singularidad a nuestra historia cultural e intelectual, de cómo "nós", con minúscula, pudimos tener una generación NÓS, con mayúscula, de cómo pudo ser que en Ourense surgiera este espléndido grupo de intelectuales, sin duda el más notable que ha alumbrado Galicia. Esto enlaza con eso que dijo alguien (a lo mejor fui yo, pero no me acuerdo) de que "los ourensanos eran, son, somos, la aristocracia intelectual y campesina de Galicia".

Hay mucha gente, me refiero claro a la no especializada, que se sorprende de que "de pronto", de manera inesperada, a partir de los años veinte, Ourense fuera cuna y sede de una gran parte de los miembros de la generación NÓS y que se convirtiera, por su actividad intelectual y política, en la llamada "Atenas de Galicia", apodo sin duda algo exagerado, pero que nos está indicando la importancia de ese grupo que moraba en ella. Pero, ¿cómo y por qué surgió en Ourense, periferia de esa periferia que era y es la más meridional de la Céltiga y la más occidental de la Romania, en palabras de Risco refiriéndose a Galicia, pequeña ciudad sin Universidad, mal comunicada, sin puerto, sin impulso industrial, de pequeña burguesía?, cómo surgió -repito- ese conjunto de hombres que la hicieron el centro del mundo intelectual gallego y galleguista durante tanto años?

Yo creo que, además de los conocimientos adquiridos por la vía autodidacta y, como es lógico, de la formación conseguida en las instituciones de enseñanza, los intelectuales orensanos recibieron un legado material, científico, cultural, sentimental, etc., muy importante de sus ancestros, de sus mayores, que impregnó y condicionó su pensamiento, educación y actividad, de tal manera que podríamos hablar de una suerte de "ourensanismo" o de "ourensanía" que les envolvía a todos y que les era común, porque, en el fondo, todos los seres humanos somos testamentarios, herederos del pasado, hacedores de presente y transmisores de futuro. Y todos los presentes son consecuencia de su pasado y están configurados y constituidos por la coexistencia de varias generaciones demográficas distintas que conviven temporalmente, que conforman entre todas la sociedad en su globalidad, aunque cada una tiene su presente particular. Y esta reflexión reza también para los miembros ourensanos da "Xeración NÓS", también llamada "de Risco".

Así pues, existe en Ourense una línea intelectual, una cadena de personajes, a veces organizados alrededor de una serie de instituciones, que de forma ininterrumpida desde los años centrales del siglo XIX podemos agrupar hasta NÓS en tres grandes etapas o generaciones sucesivas que contribuyen a conformar una determinada memoria histórica y conciencia de sí en la que se destacan las peculiaridades de Ourense, y por ampliación, de Galicia, sobre la base del valor que se atribuye a elementos como la lengua, la tierra o las costumbres. Entonces, de manera breve y escueta, podemos decir que:

1).- La primera generación, la que yo llamo la de "Saco y Arce o del Instituto", se configura a partir de los años 40 del siglo XIX. Surgen por entonces una serie de instituciones en la ciudad que se convierten en focos que irradian la nueva "cultura y ciencia burguesa" entre las que cabe destacar la creación, en 1841 de la Escuela Normal Elemental, que se instaló al principio en el desamortizado convento de Santo Domingo y cuyo primer director fue D. Cleto Marcelino Correa y en 1842 de la Diputación Arqueológica Provincial a cargo de aquel patriarca de las letras y del pensamiento liberal que fue el deán don Juan Manuel Bedoya, y a la que pertenecían también D. José Antonio Gatell, entonces Jefe Político Provincial (el antiguo Gobernador), D. Pedro Ventura de Puga, señor del pazo de Fontefiz, activísimo patriota durante la Guerra de la Independencia y político liberal muy eficiente toda su vida; y el catedrático de Filosofía y canónigo en Ourense, D. Fernando Felipe Fernández, que llegó a ser diputado en 1871.

También hay que subrayar la labor del fraile Bonifacio Ruiz, abad exclaustrado de Celanova y miembro de la primera Comisión de Monumentos creada por Real Orden del Gobierno de Narváez en 1844 y que tendrá como objetivo y misión rescatar libros, pinturas y objetos artísticos o arqueológicos procedentes de los monasterios y conventos recién desamortizados y que bajo su dirección se formó una biblioteca de doce mil volúmenes y un museo de más de un centenar de cuadros que se ubicaron en el antiguo colegio de jesuitas, luego transformado por Quevedo en Seminario Conciliar de San Fernando en 1804, en la planta segunda.

Componían esta Comisión Provincial de Monumentos, además del ex abad, D. Manuel Feijoo y Río, Jefe Político entonces, que la presidía (por cierto, en su tiempo se construyó el puente de las Burgas para evitar los grandes desniveles existentes); D. Vicente López Dorado y Gándara, canónigo lectoral, maestro de ceremonias y examinador sinodal; D. Manuel Tutor, diputado provincial; D. Antonio Montenegro de Puga, marqués de Leis, que sería senador durante la Restauración por Ourense; y D. José de la Fuente.

Un poco más tarde, en 1845, se funda el Instituto Provincial de Instrucción Pública, que se instala también en el edificio del Seminario, convirtiéndose así ese local en el foco nuclear de la enseñanza y la cultura ourensana, la calle empezará a ser denominada como "rúa do Instituto" en vez de Rúa Nova y la plaza de Sta. Eufemia se convertirá, por razones obvias, en la plaza del Recreo. Plaza en la que residía también en esta época, en un gran caserón, la Sociedad "Liceo de Artesanos". Al crearse el centro formativo el Museo emigró al antiguo convento de Sto. Domingo, donde se encontraba entonces la Diputación Provincial, y cuando se trasladó ésta, por las malas condiciones arquitectónicas de ese viejo inmueble, al lugar donde se encuentra actualmente, compartiendo espacio con el Gobierno Civil y el Palacio de Justicia, el Museo viajó con ella, teniendo desgraciadamente muchas pérdidas en esos paseos, en esas idas y venidas. En el solar del demolido convento, del que solo queda la iglesia, se construyó en 1927, siendo ministro José Calvo Sotelo, el actual edificio para dependencias del Ministerio de Hacienda.

En 1850 se crea el Liceo Recreo Orensano, centro recreativo y cultural de enorme importancia para la nueva burguesía, y en 1852 se reestructura el plan de estudios del Seminario con la entrada de un mayor número de materias relacionadas con las humanidades. Y la Diputación inicia en 1869, al lado del jardín botánico del Posío, la construcción del noble edificio que hoy conocemos como Instituto Otero Pedrayo.

Miembros de aquella generación serían, además de los citados, el poeta José García Mosquera, macedano de Castro de Escuadro, inspirado poeta en castellano, gallego y latín; el abogado y político José Manuel Paz Nóvoa, defensor de Curros e impulsor en las Cortes republicanas de la efímera Ley de Redención de Foros; el historiador, médico y periodista Joaquín Gaite Núñez, director del periódico El Orensano que se publicó entre 1860-65, y también director del Instituto muchos años; su hermano Antonio, físico, químico y también redactor del anterior periódico, que tuvo la ocurrencia de diseñar una pila voltaica con la que pretendía iluminar la ciudad sustituyendo las farolas de gas que se habían colocado en 1865 reemplazando las más viejas de aceite; o Juan Antonio Saco y Arce; por cierto, todos ellos profesores catedráticos del Instituto. Este último, también poeta, fue un eminente lingüista autor de la primera Gramática de la lengua gallega publicada en 1868.

También podemos incluir a algún otro como Alejandro Quereizaeta, ingeniero, político republicano y periodista, colaborador en muchas publicaciones, o Manuel Pereiro Rey, comerciante, banquero y activo investigador de obras de arte y de la figura del P. Feijóo; o, por no citar más, Ramón Barros Sivelo, miembro correspondiente de la Academia de la Historia, y autor de unas interesantes Antigüedades de Galicia publicadas en 1875.

(*) Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Vigo

Compartir el artículo

stats