Vigo, y Galicia en general, están de enhorabuena con la adjudicación a la planta de PSA en Balaídos de una furgoneta para la multinacional nipona Toyota. El encargo, además de suponer otro hito para el motor gallego, convierte a la factoría viguesa en la planta del consorcio galo que más marcas fabricará a nivel mundial a partir del próximo año, con siete modelos de Peugeot, Citroën, Opel (y su equivalente británico, Vauxhall) y Toyota. Será también la primera vez que Balaídos produzca un vehículo para una marca ajena al universo PSA, lo que además de reforzar su posición estratégica abre un nuevo abanico de posibilidades a la automoción gallega.

El aterrizaje de Toyota, adelantado por FARO, es ante todo un espaldarazo al conjunto del sector, tanto en términos de producción y empleo como de oportunidad. Según las previsiones iniciales, esta nueva furgoneta, que estará asociada al conocido proyecto K9 (los Citroën Berlingo, Peugeot Partner y Opel Combo, y sus versiones turismo, que ya han comenzado su comercialización con éxito de ventas), aportará al menos 30.000 unidades más al año a la planta viguesa, lo que se traducirá necesariamente en nuevos puestos de trabajo tanto en factoría -para afrontar la subida de cadencia- como en el panel de proveedores. Con esta nueva silueta --que debería entrar en línea a finales del próximo año-, los K9 y el nuevo todocamino V20 -cuyas primeras unidades han comenzado a ensamblarse en fase de pruebas-, PSA Vigo superará con creces el medio millón de vehículos al año, umbral que solo rebasó en 2007 cuando alcanzó su máximo histórico de 547.000 coches.

La llegada de Toyota representa a la vez una doble oportunidad. Por una parte, porque recala en Vigo, aunque sea de pasada y a través de un proyecto compartido con PSA, una de las mayores multinacionales automovilísticas del mundo por volumen de producción, presencia internacional e innovación. La firma japonesa es líder indiscutible en el segmento de los híbridos de gasolina y lleva años investigando nuevas alternativas de energía asociadas al coche como la pila de hidrógeno. Por otra, su entrada en Balaídos demuestra que la competitividad del centro vigués va más allá del propio Grupo PSA y, si tiene éxito, que lo tendrá, abrirá la puerta a que otros fabricantes sigan su ejemplo y apuesten por aprovechar el potencial de la región para sus modelos. En el sector del automóvil, las alianzas entre constructores son cada vez más frecuentes para compartir los costes de innovación y desarrollo, industrialización y fabricación de nuevos productos, por lo que nada se descarta.

Pero sobre todo el encargo de Toyota representa una vez más el refrendo de la competitividad productiva de la automoción gallega y lo acertado de seguir apostando a fondo por la internacionalización, la innovación y una producción cada día más cualificada y eficiente. No es fruto de la casualidad que PSA Vigo cuente hoy por hoy con el mayor programa de producción de vehículos de la multinacional en Europa, ni que la ciudad sea un referente a nivel internacional en I+D vinculada al coche autónomo y conectado, ni la transformación hacia la industria 4.0, por ejemplo.

Es la recompensa a una plantilla competitiva y sacrificada, a unos cuadros directivos que saben mejor que nadie el potencial que tiene Balaídos, a una industria de componentes que ha hecho un enorme esfuerzo para saber adaptarse a las necesidades de los fabricantes, y a unas administraciones comprometidas cuyo apoyo ha sido crucial en este éxito colectivo.

Casi al mismo tiempo hemos asistido también a cambios en el organigrama de PSA en la península. Al frente de la planta de Vigo se estrena a partir del 1 de enero el zaragozano Ignacio Bueno. A él corresponderá ahora afrontar en menos de un año la industrialización de los dos últimos modelos, cerrar la negociación con los sindicatos y seguir con la irrupción de las nuevas tecnologías 4.0 en la planta. Al mando del polo ibérico llega desde París, el exdirector de PSA Balaídos y el vigués que más alto ha llegado en la cúpula de PSA, Juan Antonio Muñoz Codina, hasta ahora director industrial del grupo en Europa. También llevará el timón de la factoría de Opel en Zaragoza. A él ha confiado el patrón Tabares una nueva misión de altura: hacer rentable Figueruelas con la "cultura PSA" y mantener la competitividad del conjunto de cuatro plantas del Clúster Ibérico. Con su profundo conocimiento del territorio y los éxitos profesionales que le preceden, es lógico que la automoción gallega haya acogido su nombramiento con generalizada esperanza.

En paralelo se ha producido otra noticia relevante en la automoción gallega. La adquisición por la multinacional Magna del fabricante vigués de componentes Viza, en la mayor operación de compra en el sector en Galicia. Su absorción supone la pérdida de uno de los grandes referentes del motor cien por cien gallego, pero también una apuesta por su futuro bajo el paraguas de la marca canadiense. Magna ha asegurado que mantendrá el empleo y las cinco plantas del proveedor vigués, en Galicia, Chequia, Marruecos y México, y ha garantizado como refrendo la ubicación en Porriño de su centro de excelencia y desarrollo de productos para su división de asientos en Europa, compromisos que hacen también albergar confianza en la operación.

Viza sigue el ejemplo de otras empresas gallegas familiares líderes que, en un escenario de concentraciones, de grandes desafíos tecnológicos y necesitadas de un mayor pulmón financiero para crecer, no tienen más remedio que claudicar y entregarse a las grandes multinacionales para encarar el futuro. Pero con su apuesta, tanto Toyota, de manera coyuntural, como Magna, realzan también el valor de la industria de componentes viguesa y gallega, que con su eficiente desempeño ha alcanzado una posición estratégica en el sector. Porque si de algunas empresas sabemos mucho en Galicia, la automoción está entre las primeras.

Seguir haciendo las cosas bien es primordial en una tierra como ésta tan necesitada de impulso y autoestima. Por eso resulta fundamental aprender de los errores en todos los frentes para no condenarnos a repetirlos. Galicia vio escapar en los primeros años ochenta la posibilidad de que Toyota se instalase en Vigo. Entonces la multinacional nipona visitó por primera vez la ciudad con la intención de abrir una fábrica, siguiendo la estela de Citroën. Huyó espantada por los disturbios y las huelgas que acompañaron a la reconversión del sector naval.

Algo parecido ocurrió con BMW hace casi veinte años, y con la joint-venture japonesa GS Yuasa-Mitsubishi, a principios de esta década, aunque en ambos casos el detonante no fueron las huelgas ni la conflictividad laboral, sino la carencia de suelo industrial con seguridad jurídica, un mal que todavía hoy sigue aquejando, por desgracia, a la gran área de Vigo.

Conviene no olvidarlo para continuar trazando la estrategia correcta y crecer en competitividad. Así que subsanemos cuanto antes nuestras debilidades y sigamos reforzando nuestras fortalezas como las que han hecho posible, además de los nuevos modelos de PSA, la asignación del primer vehículo para Toyota. Mirar el futuro y seguir peleando para captar y lograr asentar en esta tierra más inversores y nuevos proyectos. Porque allí donde sigan existiendo industrias y crezcan, habrá prosperidad mañana.