Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El silencio

Más allá de la extraña lógica a partir de la cual se acepta que los acólitos de cualquier gobierno -aquellos que se benefician, o esperan hacerlo, cuando "los suyos" llegan al poder- hay datos que sorprenden e incluso indignan. Uno de ellos, por ejemplo, es que esos meritorios renuncien, para asegurar sus prebendas, incluso a la más suave de las críticas y, aún peor, opten por el silencio a pesar de que tengan noticia de injusticias distributivas que perjudican directamente a su tierra de origen y a las gentes a las que de algún modo pertenecen.

Es el caso, al menos en opinión personal de quien escribe, de una parte de la dirección del llamado PSdeG, y que es ya poco "S" y menos aún "deG". Y se le cita en concreto porque el BNG no ha decaído en su actitud reivindicativa -a pesar de que ahora la selecciona algo más-, y En Marea amenazó -quizá solo un gesto, pero al menos un gesto- con votar contra el proyecto de Presupuestos de Sánchez si no trata a Galicia como debe. Y aunque es posible que estas dos fuerzas políticas prioricen la forma al fondo, al menos no han optado, como los socialistas, por un silencio poco explicable cuando proclaman su vocación por Galicia.

Y conste que el momento actual ofrece una oportunidad excelente para demostrar cúanto hay de verdad en esa proclama. Primero porque este antiguo Reino asiste -probablemente atónito en la mayor parte de su población- a la política vergonzante y acomplejada con la que el Gobierno quiere "aplacar" a Cataluña, de momento con simbología pero pronto "pagando", como siempre. Y no le importa lo más mínimo la nula credibilidad que eso le genera en el resto del Estado, entre otros motivos porque lo que quiere es cambiarlo debilitando la Constitución.

En esa tarea, que es cada vez más evidente, ya no le basta con la vergonzosa y bocina complicidad de sus ministros, a los que nadie sensato cree, sino que ha debido llamar a los acólitos intermedios. Alguien como Gonzalo Caballero, que días atrás convocaba a sus conversos a estrechar lazos y coordinarse mejor con su caudillo, o como Javier Losada, que no repara en adular hasta extremos ridículos diciendo que Sánchez ha invertido más que nadie en Galicia. Y es que los hay que tienen poco pudor, pero aún menos memoria. Y por eso ahora incluso se atribuyen currícula de antifranquistas, que ya tiene su aquel.

Dicho todo ello, que es -por supuesto- solo una opinión personal, no convendría que a la hora de reflexionar, quien guste hacerlo, se guíe por los tópicos según los cuales la crítica o la disconformidad con un partido y su política implica la comunión con las ideas del contrario. Por desgracia para la sociedad actual, la mediocridad y la falta de coraje para defender la ley son defectos que aquejan a casi todos. Y a día de hoy, quien se expresa con claridad y rotundidad es -aunque no lleve toda la razón- anatemizado por no integrarse entre los que contemporizan. Por un solo motivo: hoy, lo que da votos es la pusilanimidad, la falsa interpretación de la ubicación aristotélica de la razón: el maestro griego la situaba en el punto medio, pero sus imitadores lo han convertido en la bazofia de la tibieza, la cobardía para defender los valores reales de la democracia. Y por eso pasa lo que pasa.

¿O no?

Compartir el artículo

stats