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Juan Tapia.

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Juan Tapia

Barcelona no fue su tumba, ¿le dio aire?

El Foment aplaude a Pedro Sánchez para decir al secesionismo que no quiere la ruptura con España y a la derecha que no cree en otro 155

Tras las últimas intervenciones del presidente Torra, animando a los CDR a "apretar" y poniendo como modelo a Eslovenia, el anunciado Consejo de Ministros en Barcelona podía ser una trampa mortal para Pedro Sánchez si el independentismo no abandonaba la vía Torra y le negaba el pan y la sal. Máxime cuando el resultado de las elecciones andaluzas y el ascenso de Vox en las encuestas muestran que en España hay cierta exasperación ante el separatismo y una paralela desconfianza en la política de desinflamación.

Casa con dos puertas mal es de guardar y, atacado al mismo tiempo y con furia por el independentismo y por la derecha española, Pedro Sánchez arriesgaba quedarse sólo con sus 84 diputados y tener que convocar elecciones en el primer semestre del 2019. En mala posición. Las encuestas continúan diciendo que el PSOE ganaría, pero con un margen muy escaso y no descartan que un tripartito de derechas (PP, Cs y Vox) pudiera tener mayoría absoluta. Como en Andalucía.

Pero el Consejo de Ministros de Barcelona no ha sido su tumba, sino que incluso ha podido darle un poco de aire pese a las críticas -cada vez más duras- del PP y Cs. Sánchez va a continuar dando batalla. Primero porque en Barcelona hubo incidentes y alguna violencia minoritaria, pero de baja intensidad comparada con otras protestas en Europa y con lo que pasó en la misma Barcelona hace un año. Nada parecido al intento de paro de país o de huelga general de entonces. Y la protesta del nacionalismo en la manifestación de la tarde del viernes fue pacífica y aglutinó a 40.000 personas. Son muchas, pero nada que ver con las grandes manifestaciones independentistas de los 11 de setiembre de los últimos años.

La calle no se movilizó contra la celebración en Barcelona del Consejo de Ministros y los cortes de carreteras -realizados por los CDR y grupos afines- quedaron muy lejos de paralizar el país. Conclusión: la desinflamación empieza a ser una realidad. Además, los Mossos tampoco dudaron en actuar y reprimir a los manifestantes violentos con la energía necesaria.

Y es que esta relativa normalidad, en lo que se temía que fuera una gran jornada de protestas que podían degenerar en violencia sistemática, no habría tampoco sido posible sin una rectificación del independentismo. Tras el verbalismo anticonstitucional de Torra a partir de mediados de octubre -respaldado por Puigdemont- y la irritación de ERC después de que la fiscalía no modificara las acusaciones de rebelión contra nueve dirigentes independentistas (entre ellos Oriol Junqueras y Jordi Sánchez, el número dos de la lista de JpC), el secesionismo ha sacado las conclusiones de una nueva reflexión.

Hay irritación con Sánchez porque no ha aceptado medidas relevantes que creían fundamentales, especialmente sobre los presos. Pero ¿dónde está la alternativa? Intentar sublevar a Cataluña a través de los CDR (la tentación de Torra) sólo conseguiría -visto lo visto en Andalucía- una de estas dos cosas. Que Sánchez se viera obligado a tomar severas medidas como el control directo de los Mossos, o un gobierno tripartito de derechas en la Moncloa presidido por Casado o Rivera. Seguramente a ambas. Primero a una y luego a la otra.

Sánchez ha sido reconocido como el mal menor una vez se ha constatado que el 155 venció a la DUI, que no hay fuerza para ninguna repetición similar y que en España el PSOE aguanta pero Podemos, que defiende el derecho de autodeterminación, se orienta a la baja y que Pablo Casado inspira más miedo que Rajoy.

Por eso el gobierno independentista ha aceptado firmar una declaración conjunta con el de Madrid en la que se reconoce que hay un conflicto (evidente), que la solución exige un diálogo que genere un proyecto que tenga amplia mayoría en la sociedad catalana (el 47% no lo es) y que a esa solución se ha de llegar en el marco de la seguridad jurídica (sin saltarse la ley). La consecuencia es que la Generalitat no puede ni apartarse de lo establecido en la Constitución ni animar a los CDR a hacerlo. Al contrario, los Mossos han tenido que reprimir los conatos de violencia del viernes e intentar evitar, o reducir, los cortes de carretera. Y lo hicieron.

Los dirigentes más calculadores del secesionismo (Junqueras y Pere Aragonés de ERC y Jordi Sánchez y David Bonvehí de JpC y el PDeCAT) obligaron a Torra a hacer marcha atrás y enterrar el maximalismo. Y el independentismo también se vio presionado por la sociedad civil catalana, encabezada por la patronal Foment, que no quiere inestabilidad política (agitación en la calle o unilateralismo rampante) pero que tampoco desea el traumatismo de otro 155. Las capas dirigentes de la sociedad catalana -una vez comprobado que el proyecto de Artur Mas ha desembocado en el 155 y Torra- son bastante unánimes en apostar por la desinflamación. Por eso el Foment invitó a su cena anual a Pedro Sánchez y a cuatro ministros. ¿Podía el gobierno independentista romper con Pedro Sánchez mientras era aplaudido por el empresariado catalán que además manifestaba que la prioridad era la estabilidad y que para garantizarla había que aprobar los Presupuestos del 2019, desmarcándose claramente así de la derecha española? Era evidente que no y por eso Torra acabó asistiendo a la cena en la que 600 empresarios -el 60% del PIB catalán- dejaron bien patente que no deseaban ninguna ruptura con España sino un arreglo negociado.

La situación del gobierno Sánchez, con 84 diputados, sigue siendo comprometida. Pero tras la declaración conjunta con la Generalitat y la presión del empresariado catalán (en presencia de Antonio Garamendi, el presidente de la CEOE), las cosas han cambiado bastante. Los Presupuestos siguen en el aire, pero el independentismo votó el viernes los objetivos de déficit y previsiblemente no presentará enmiendas a la totalidad a los Presupuestos con lo que los Presupuestos se podrán empezar a discutir. Otra cosa es lo que hagan en la votación final pero entonces ya estaremos en abril.

En principio pues la alianza negativa, contra Rajoy, de la moción de censura sigue viva tras el Consejo de Ministros de Barcelona. Quizás algo más sólida porque la celebración de un Consejo de Ministros extraordinario en Cataluña, aceptado por el gobierno de la Generalitat, en vísperas del juicio del 1-O, es algo muy significativo. El secesionismo va asimilando que la victoria electoral del 21-D y la debilidad parlamentaria de Sánchez no le permiten imponer su voluntad.

Pedro Sánchez piensa de nuevo en aguantar y gobernar -con Presupuestos- hasta finales del próximo año o principios del 2020 con el apoyo parlamentario de Unidos Podemos, el PNV y los independentistas catalanes. No será fácil. Y las elecciones europeas, municipales y autonómicas de mayo serían, en este caso, una gran primaria.

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