No pretendo descubrir la pólvora. Simplemente respondo a la pregunta que se hace mucha gente: ¿quiénes fomentan los populismos? Los mismos partidos que los denuncian. Y la verborrea de sus líderes, esa facilidad de palabra que muchas veces han de rectificar. Más razones: el hecho de que no ejecutan lo que predican cuando no están con el mando, cuando no gobiernan. Luego se quejan de los posibles y previsibles desmanes que realizan esos populismos con el poder que les otorgan los votos.

Otra pregunta: ¿Sigue siendo válida la escala izquierda-centro-derecha? La respuesta es sí, pero quienes la niegan no quieren ser clasificados en cualquiera de las tres posiciones. La realidad es que existen matices, por supuesto, las cosas no son blancas o negras netas. Pero la ambigüedad obliga menos a cumplir las manifestaciones de campaña.

La historia reciente del populismo comienza ya hace unas décadas. No surgió con el 15-M y sus réplicas mundiales, como sugieren algunas fuentes. Podríamos remontarnos a los años ochenta del pasado siglo para no ir más lejos: se presenta la candidatura a la presidencia de Francia de un payaso, Michel Colucci, conocido como Coluche, que se declara cansado de la "exclusión social", de la crisis sufrida por los franceses tras los conflictos petrolíferos de 1973 y 1979 y la presunta corrupción del presidente Giscard d'Estaing recibiendo regalos del dictador centroafricano Bokassa. Mientras alcanzaba el 25% de los votos previstos el socialista François Mitterrand, según las encuestas, el 13% los conseguiría Coluche, quien pedía el sufragio a "vagos, sucios, alcohólicos, mujeres, jóvenes, viejos, locos, maricones, drogadictos, bolleras, artistas, peatones, árabes, negros, presos, franceses, melenudos, aprendices, peatones, travestis, excomunistas, abstencionistas convencidos y todos los que no cuentan para los políticos". Todo un programa, parecido al del M5S, el Movimiento 5 Estrellas italiano del humorista Beppe Grillo y el teórico informático Gianroberto Casaleggio, ya fallecido, quienes décadas después, se autodefinían contrarios al sistema político tradicional, euroescépticos y ecologistas y marcaban sus cinco "stelle" en transporte, desarrollo, conectividad, agua pública y medio ambiente.

Coluche no triunfó pero el M5S cogobierna en Italia junto a la ultraderecha. Llegados a este punto lo fácil es decir que rompen el bipartidismo. Los duopolios Demócratas/Republicanos, Nueva Democracia/PASOK, Cristianodemócratas/Socialdemócratas, Socialistas/Republicanos, Laboristas/Conservadores o Populares/Socialistas -según el país- se fueron quebrando y hoy el panorama va cambiando Estado por Estado. Trump, Macron, Bolsonaro, Conte/Salvini, Tsipras han roto la alternancia y representan unos gobiernos "antisistema" o "asistema". Ya no importa si son de derecha o de izquierda, suponen una salida fuera del establecimiento, los apoyan descontentos de todo el arco iris político. Pero se refugien bajo las siglas que se refugien, tienen su tendencia político-económica más o menos pública. Pronto demuestran si son de derecha o de izquierda. Porque los apolíticos no existen.

Los nuevos movimientos pueden surgir sin cabezas visibles, sin direcciones definidas, pero pronto practican su conservadurismo o progresismo. O muestran contra quienes van, concretan su oposición a uno o todos los partidos y terminan como otro partido más. Las presumidas ambigüedades acaban deshaciéndose y apuntando a uno u otro lado. Puede haber una flexibilidad en función de la conducta de los adversarios pero las posiciones son fácilmente situables. Y en España se definen como extremos a quienes en Europa ocupan izquierda o derecha realmente mientras el vaivén se concentra en el centro, donde cada uno tiene nombre y apellido (centro-derecha, centro-izquierda) que le inclina hacia un flanco u otro de arco. Movimientos sin cúpula visible como el de los "gilets jaunes" franceses suelen durar poco antes de definir un camino o un cabecilla que los dirija. Al principio pueden ser un "electroshock" para la sociedad, como los calificó el músico galo Jean-Michel Jarre.