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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los sueños

A estas alturas ya debería haber quedado claro que en cuestión de promesas, y hasta de compromisos "en firme" adquiridos con Galicia, la única actitud razonable es el escepticismo. Y no se habla de la incredulidad porque siempre conviene dejar espacio a la fe, si bien la que fue definida por el padre Astete como "creer en lo que no vemos". Y eso vale para la religión, pero seguramente todavía con mayor razón en el terreno de la política: de no aplicarse ahí, el agnosticismo administrativo, con perdón por el invento dialéctico, sería total.

Viene a cuento, el introito, de la resolución del Parlamento europeo incluyendo la línea Vigo-Oporto en el Corredor Atlántico ferroviario de mercancías en alta velocidad. Un sueño -reciente, pero todavía en esa fase- que ahora quieren ver en la realidad prácticamente todas las fuerzas políticas, económicas y sociales de Galicia y de Asturias, dos comunidades beneficiadas de modo directo por un proyecto que además resulta imprescindible para un futuro competitivo de sus productos tanto en los mercados europeos como en los iberoamericanos. O viceversa.

Claro que en esto, como en tantas otras cosas, conviene pasar la esperanza por el matiz de la realidad, que aporta precedentes bastantes con los que argumentar el escepticismo propuesto. Uno de ellos, seguramente el de más peso, se resume diciendo que la incorporación de la línea galaico/portuguesa se aprueba para un Corredor que sólo existe a día de hoy sobre el papel y que oficialmente mantiene una fecha que se ha dicho corregible, 2027, pero que por el momento se mantiene. Así que habrá que esperar un poco antes de echar las campanas al vuelo.

Dicho eso, y tras ratificar que el Corredor Atlántico es una necesidad estratégica y que nadie hay hoy en el noroeste que ose discutirla, no estará de más mencionar algunos "detalles". Por ejemplo, el de que ahora mismo no hay en el lado galaico algo que se pueda considerar encauzado para hacer realidad próxima ni la mejora de la línea ni su conexión con el -por cierto- inacabado AVE atlántico. Y que, aún suponiendo que el proyecto estuviese actualizado y preparado, los trabajos habrían de necesitar presupuestos inmediatos. De ahí, también, lo de los sueños.

En el otro lado de la balanza, y además de los argumentos -indiscutibles- de urgencia y necesidad, están el apoyo reiterado de las dos comunidades citadas y el del Gobierno de Lisboa, que hasta ahora contiene más realismo que el de Madrid por cuanto ya tiene avanzada la red eléctrica para el tren Oporto-Vigo. Esos apoyos tendrán sin duda un notable peso electoral, y este será con toda probabilidad el que más afecte a una hipotética decisión favorable y acelerada. Lo que sería una bendición, aunque no deje de resultar un pelín lamentable que -y eso está ya muy demostrado- aquí importen más los votos que cualquier razón objetiva. Y si los gobiernos no lo hacen así, que den la cara y demuestren que no es verdad.

¿Eh??

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