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Crónica oscura de una supuesta desatención

Nos aborda en la calle una señora, habitual lectora de esta sección dominical en FARO, para relatarnos un episodio vivido por su hija hace unos días con respecto al servicio de ambulancias. La joven vive sola y está aquejada de una enfermedad que le produce fuertes dolores y, en momentos de crisis, pura incapacidad, situación conocida por los servicios médicos por el historial que "atesora". Pues en una de esas crisis, en plena noche, se vio en la necesidad de llamar a la ambulancia de la Seguridad Social para su traslado a Montecelo y le contestaron que si quería ir, tendría que hacerlo por sus propios medios aconsejándole que llamase a un taxi. A la mujer prácticamente imposibilitada en aquellos momentos, no le quedó otra que llamar a su madre, también aquejada de dificultades de salud, en plena madrugada, para que la fuese a buscar, la ayudara a moverse, y la llevara al hospital en su coche particular, cosa que, como es lógico pero a todas luces injusto, hizo, arreglando un problema que debería ser resuelto por el servicio de ambulancia que, se supone, para eso está, sobre todo en los casos de singular gravedad como este. Seguramente, a los, más o menos, responsables del servicio de ambulancias no les gustará que se aireen sus miserias pero cuando ocurren cosas así, la indignación y la desesperación de los afectados es lógica y razonable. Igual es que falta humanidad; ¡Qué le vamos a hacer!

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