Bohemian Rhapsody se ha convertido en la canción más escuchada de la historia, y habría que pensar por qué. La balada que incluye es muy bella, el solo de guitarra fantástico, pero el resto es un popurri caprichoso, con una letra absurda. Quizás el secreto radique en eso mismo, en la extrañeza que provoca, en su tono enajenado, que evocaría un fondo misterioso, con un aparente punto magnético en la referencia al diablo, y otro, mucho más visible y audible, en la magia angélica de la voz y la personalidad de Freddie Mercury, capaz de hacer de sus obsesiones una imagen con el carisma de lo religioso. A fin de cuentas, misterio, magia, religión, carisma, son cuatro palabras que funcionan como lados de una misma cosa, y añadiendo otras dos (azar, broma, por ejemplo) forman un cubo en el que se guarda todo lo que sabemos de la vida, o sea, nada; una verdad que la gente detecta de inmediato.