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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

La batalla de Inglaterra

Parecen vivir todavía anclados muchos británicos en la Segunda Guerra Mundial, cuando el primer ministro Winston Churchill sólo pudo prometerles a sus compatriotas "sangre, sudor y lágrimas".

A cualquiera que haya vivido algún tiempo allí no habrá dejado de sorprenderle el que ese pueblo parezca estar todavía luchando todos los días contra Hitler. Sobre todo si uno atiende a las portadas de su prensa sensacionalista.

Basta, por ejemplo, que se enfrenten sus selecciones nacionales para que resurja el espíritu patriótico del bulldog británico contra los "hunos" continentales y parezca volver la batalla de Inglaterra.

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Perdidas la mayor parte de sus colonias, los británicos, y de modo especial los ingleses, porque los escoceses parecen estar en otra cosa, siguen a la búsqueda de una nueva identidad post-imperial.

Y es ahora el gran monstruo opaco y burocrático de Bruselas, al que consideran totalmente dominado por Alemania, el enemigo del que hay que liberarse cuanto antes.

Recordaba recientemente el periodista irlandés Fintan O'Toole cómo el ex ministro de Industria y Comercio británico Nicholas Ridley dio en su día una entrevista al semanario "The Spectator" en la que calificaba el sistema monetario europeo de "engaño alemán para someter al continente".

"No estoy en principio en contra de hacer dejación de nuestra soberanía, pero no a esa banda, dijo entonces Ridley, porque, para ser sinceros, sería como dársela a Adolf Hitler".

Han pasado muchos años, pero el pueblo británico, o al menos esa mitad del mismo que votó a favor de la salida de la UE, sigue viendo en el país central de Europa su peor enemigo.

Poco antes del referéndum en torno al Brexit, uno de sus impulsores, el mendaz y manipulador Boris Johnson, escribió a propósito del proceso de unidad europeo que era algo que habían intentado ya "Napoleón, Hitler y otras gentes, y siempre acabó en tragedia".

Ahora, naturalmente, Berlín no tiene que recurrir a las armas para construir ese super-Estado que, según el político "tory", ambiciona, sino que le basta su poderío económico.

¿Para cuándo los argumentos y cálculos económicos racionales en lugar de los mitos patrióticos y el continuo recurso al fantasma de Adolf Hitler?

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