En la era de la comunicación controlarlo todo y dar intimidad es incompatible, pero creando un clima de confianza, aceptación, apoyo y líneas rojas se puede conseguir. La noticia de la niña de 13 años que fue secuestrada durante unas horas por un hombre de 39 años nos hace plantearnos si estamos protegiendo y educando bien, y la pregunta es más que razonable.

Partimos de la base de que la adolescencia es la etapa por excelencia para experimentar, atreverse y en definitiva, hacer muchas tonterías. Todo esto puede estar magnificado por esa tendencia a diferenciarse del adulto de referencia, tan sana para romper burbujas y para el desarrollo personal e individual, pero a veces tan peligrosa.

Si es muy probable que se quiera distanciar de mí... ¿Cómo hago para que no le pasen cosas peligrosas? Cierto riesgo siempre hay que asumir, es la vida, es el entrenamiento para el mundo real, pero se pueden marcar algunas líneas rojas. No es recomendable controlarlo todo ni hacer interrogatorios constantes porque eso genera rechazo, enfados y distanciamiento, pero sí puede ayudarnos un interés genuino y respetuoso con alguna que otra honesta confesión del tipo "la gente es buena, pero a veces se cuela algún enfermo y me preocupo por ti". Nosotros ya hemos sido adolescentes y eso debería darnos un plus de paciencia; eso sí, sin olvidar que nos tienen que tratar con un mínimo de respeto.

No se trata de meter miedo sistemáticamente, ya que el miedo limita mucho, pero sí respeto. No se trata de hacer un interrogatorio enfadados, pero sí de mostrar una preocupación sana. No se trata de ser su mejor amigo y que nos cuente todo, pero sí podemos aspirar a ser una persona de confianza que comprende más que juzga. Un equilibrio nada sencillo.

Con todo esto nadie garantiza nada, porque los que ya tenemos alguna cana sabemos que hay que vivir un poco en la incertidumbre para fomentar un desarrollo sano, así que no olvidemos que gestionar nuestros propios miedos como educador responsable también viene en el paquete. Qué complicado...

*Psicólogo