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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La paciencia

La costumbre que, por desgracia, parece establecida en este lado del Macizo Galaico es la de que cada vez que alguien gubernamental -cualquiera- habla de ferrocarriles y promete mejoras se reciba la teórica buena noticia con un gesto de hastío o una mueca de incredulidad. Y como hay motivos de sobra para esa reacción, proceda de donde proceda el compromiso, no tiene por qué extrañar que también se extienda ese escepticismo al anuncio de que la UE incluye en el corredor atlántico el tren que actualmente cubre la línea Vigo-Oporto.

A partir de ahí, y antes de proseguir, resulta conveniente insistir en que la mejora de esa línea no solo es útil y necesaria, sino que refuerza y vertebra mejor proyectos ya en marcha, desde el Eixo Atlántico hasta el impulso de la Región europea Galicia/Norte de Portugal. Y que además, y en línea con lo que se ha escrito aquí no hace mucho acerca de la colaboración hispano-lusa posible de cara al Xacobeo 21, viene como anillo al dedo. Especialmente en el caso de que no sea, de nuevo, un brindis al sol sin voluntad real de cumplir para distraer a las dos parroquias.

En este punto, y con el fin de evitar réplicas precipitadas a cuanto se expone, convienen un par de datos. El primero, que cuanto se está realizando ahora en el ferrocarril entre Vigo y Oporto se lleva a cabo en territorio portugués sin que de momento la electrificación tenga clara correspondencia en el lado gallego. El segundo, que al norte del Miño no hay indicios serios -por ahora- de que se haya previsto una dinámica similar. Y, en fin, uno más: la idea de completar el proyecto del AVE Atlántico hasta la antigua frontera está de corpore insepulto desde el principio.

Es posible que muchos cantarían las alabanzas en loor al gobierno que modernizase por completo ese tren, al igual que situase en pleno funcionamiento la Euro Región, que los habitantes del sur de Galicia, junto a los del norte y del interior, celebrarían. Porque ambos proyectos, contemplados en su globalidad, no harían más que mejorar lo que debe ser el futuro de este antiguo Reino, y además encauzado en claves de modernidad y pujanza económica. Por tanto, no cabe la tentación, tan habitual en algunos miopes, de hablar de localismos en esta reflexión.

Sí procedería, en cambio, completar el proyecto que preveía cubrir en alta velocidad todo el trayecto de Ferrol a la raya miñota para conectar a continuación con el tramo portugués a Oporto y, quizá, Lisboa. Lo que exigiría, desde luego, requisitos tan necesarios como claves para superar la escasa agilidad de los gobiernos -todos, aunque no con la misma cuota de responsabilidad- que eternizan las gestiones precisas y la realización de los trabajos. Porque, francamente, si eso de que la paciencia es una virtud, aparte de mérito, conllevase alguna ventaja, no resulta discutible que los gallegos -y las gallegas, como mandan el lenguaje inclusivo y el sentido común- deberían haber agotado ya la capacidad del santoral. Porque no son como el santo Job, y ya se denunciaron pocas ganas de ayudar desde el Gobierno central. Lo dijo el portavoz de En Marea, que no parece alistado en una conspiración de derechas contra Pedro Sánchez.

¿Eh...?

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