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Antonio Touriño

El mirador de Lobeira

Antonio Touriño

Jugar, solo con el Ibertren

Defender que el AVE tenga una parada en la segunda estación más antigua de Galicia es lo más políticamente correcto y una idea genial si se acercan unas elecciones como las que ya se encuentran a la vuelta de la esquina. La idea es tan llamativa como lo es proponer un aeropuerto en Vilagarcía y ¿por qué no?, una base aeroespacial, pues argumentos hay suficientes para cumplir con todos los gustos y voluntades.

Pero bien, un tren de alta velocidad sirve, en principio, para llegar lo antes posible al destino, que para eso se pagó el billete. Si algún día llega a inaugurarse -iba a estar en 2012, como mucho- ese viaje de demostración tendría que parar no solo en Santiago y Vilagarcía tras salir de A Coruña, sino también saludar a los vecinos de Betanzos, Padrón, Pontevedra, Redondela, Vigo, Guillarei, A Cañiza, Ribadavia, Ourense, A Gudiña, y así hasta doscientos sitios más de Galicia y las Castillas.

En fin, sería un viaje de 10, 14 o 24 horas, de esos sin prisas, en el que seguro que el maquinista y acompañantes sonreirán al ver a los vecinos agitar sus pañuelos blancos en los andenes del recibimiento.

Pero no es eso de lo que se trata. Lo que se busca con la milmillonaria inversión del tren de velocidad alta -mira que insistieron en la diferencia entre alta velocidad y velocidad alta- es conseguir acercar el finisterre gallego al núcleo o capital del Estado. ¡Castizo propósito el suyo! Y esa proximidad solo la da el tiempo.

Por eso, como a Galicia no va a llegar un AVE como el que lleva a Sevilla, sino un tren que corre más que un automóvil, por lo menos habrá que dejar que coja velocidad. Frenarlo en cada pueblo es una solemne majadería, pues para eso bastaba el Talgo, aquel que Goicochea y Oriol diseñaron hace casi un siglo como tren articulado y ligero. ¡Vamos, que es un debate de viejo¡.

Por eso, si desde Galicia a Madrid, y desde allí a los demás destinos radiales que dibuja Renfe en su mapa de itinerarios, se puede llegar en tres horas, nadie en sus cabales puede proponer que haya paraditas cada diez minutos o cada 30 kilómetros. ¡Menudo dislate¡, pues semejante inversión habrá servido para nada.

Que Ábalos, flamante ministro del ramo, acepte estudiar siquiera la propuesta de una parada en Vilagarcía, demuestra que está en la más absoluta de las inopias por su absoluta ignorancia de dónde se encuentra Vilagarcía o a qué distancia está de Santiago o de Vigo.

Señor ministro. Debería saber que los arousanos pueden llegar a cualquier estación del futuro Tren de Alta Velocidad en menos de media hora, un tiempo idéntico al que sufrirán los vecinos de La Moraleja o de Alcorcón para ir con sus maletas hasta Atocha.

Lo importante es que la conexión, que el enlace rápido con Europa sea veloz; que la función del AVE cumpla con su objetivo de que Galicia no quede aislada del mundo otros cuarenta años más. Lo demás son juegos. Y ni Vilagarcía, ni por extensión la comarca de O Salnés, se merecen que ahora le lleguen con un Ibertrén.

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