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Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

El envejecimiento, fuente de juventud

Según el sistema estatal de Indicadores de salud 2017 del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, en España la esperanza de vida (EV) -promedio de número de años que se espera que viva un individuo de una edad determinada, si se mantienen las tasas de mortalidad- ha experimentado un progresivo incremento, algo que también sucede en la mayoría de los países desarrollados. La EV es uno de los indicadores, no solo del nivel de salud, sino del nivel social, económico y sanitario de un lugar. En concreto, según el informe citado, entre 2005 y 2015, la EV ha incrementado en 2,6 años. Para ambos sexos la EV alcanzó los 82,8 años, siendo para los hombres de 80 años y para las mujeres los 85,6 años, una diferencia que se mantiene a favor de las españolas a cualquier edad. Sin embargo, esta desigualdad se ha acortado en estos diez años, ya que el ascenso en varones ha sido de 3,1 años, mientras que el de las mujeres ha sido de 2,1 años, es decir un año de diferencia. Envejecimiento en red (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC) publicó Un perfil de las personas mayores en España, 2018, que ratificó este crecimiento continuado. En 2016, la EV al nacer para ambos sexos en España fue de 83,05 (85,8 para las mujeres y 80,3 años para los hombres). Estos datos son expresivos de tener una de las EV más altas de Europa y del mundo, a lo que ha de sumarse una tendencia general de crecimiento continuado.

Cuestión distinta son los años de vida saludable (AVS), es decir, que todos los años de vida que se incrementan sean en buen estado de salud, ya que los individuos pueden sufrir enfermedades y problemas de salud que les ocasionen una pérdida de calidad de vida sin que se produzca la muerte inmediata. Esto generalmente se produce por las enfermedades crónicas, lo que impone medir la enfermedad a través de sus consecuencias, como la limitación de la actividad o la incapacidad. En España, los AVS en 2015 era de 66,7 años (67,5 en hombres y 66,1 en mujeres), es decir, que durante 16,1 se vive con algún grado de limitación de actividad.

Y lo expuesto no es todo. Un estudio de la Universidad de Washington (Seattle, EE.UU), liderado por el profesor Kyle Foreman, fija que los españoles tendrán una EV de 85,8 años en 2040, lo que situaría a España en el país con mayor EV del mundo. En la actualidad solo tres países superan a España: Japón, Suiza y Singapur. Pero es más, en el mejor escenario posible, la esperanza de vida alcanzaría los 87,4 años de edad, lo supondría subir hasta en 4,5 años. En 2040 también se esperan cambios en los motivos fundamentales de muerte prematura en España, estimando que serán: alzhéimer, cardiopatía isquémica, cáncer de pulmón, accidente cerebrovascular, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cáncer de colon y recto, cáncer de mama, suicidio, otras enfermedades cardiovasculares e infecciones respiratorias.

Centrado el tema mediante estas cifras, aunque de manera simple y somera, quiero llevarles de nuevo a un libro: Randolph M. Nesse y George C. Williams. ¿Por qué enfermamos? (Barcelona: Grijalbo; 2000), ya conocido por mis lectores habituales ( Faro de Vigo, 2018.07.08). El capitulo 8, bajo el título El envejecimiento como fuente de la juventud, arranca con una antigua balada irlandesa: "Nada de sollozos, / lloramos con rabia hasta reventar. / ¡Y recuerda siempre que, cuanto más vivas, / más pronto vas a diñar" - Irish Ballads (Sublín, Walton´s, 1985)-. Inmediatamente después no sitúan en el interior de un avión, posado en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Minneapolis. Una mujer de unos 70 años se dirige a un joven que está sentado a su izquierda y le pregunta si es estudiante, a lo que le contesta que va a iniciar Medicina. La mujer, cuyos cabellos son blancos, exclama: -"¡Qué maravilla, tener la oportunidad de salvar vidas?", y después de una pausa le interroga: -"¿Sabe cuál es la enfermedad para la que, de verdad, necesitaríamos encontrar el remedio?, ¿una que es peor que todas las demás y que todos padecemos?". El joven contesta de forma negativa, por lo que ella afirma: -"Lo que realmente necesitamos, y espero que también usted se dedique a buscarlo, es un remedio para la peor de las enfermedades: la vejez. ¡Es tan terrible y hace que me sienta tan impotente?! Pero nadie ha encontrado un remedio. ¡Por favor, trate usted de encontrar alguno!".

En texto se afirma que la mayor sombra sobre la existencia humana es lo que significa el hecho inevitable del envejecimiento y la muerte, para después recordarnos los esfuerzos constantes de la humanidad para vencer la senectud. Y cita algunos que van desde el del explorador y conquistador español Juan Ponce de León (1460-1521) que buscó en las tierras vírgenes de Florida la fuente de la eterna juventud, hasta los supuestos 150 años de determinados georgianos. Lo que sí es cierto es que existen comunidades donde abundan los centenarios y que se ubican en tres lugares: el valle del Hunza en Pakistán, la región de Abjasia, en Georgia, y el valle de Vilcabamba, en Ecuador. En las tres, el estilo de vida es semejante: viven en zonas de gran altitud y en plena naturaleza; sometidos a variaciones climáticas muy intensas; reciben dietas hipocalóricas -equivalentes a nuestras dietas de adelgazamiento; realizan trabajos físicos intensos mientras tienen fuerzas, pero sin apresuramiento; llevan una vida sin "situaciones de estrés"; sin tomar apenas toxinas -poco café, tabaco o alcohol-; y tienen una organización social estable, en la que el anciano se siente respetado y considerado. A estos datos podríamos añadir la lista, más o menos documentada, de longevos famosos.

Sin embargo, no es nuestro caso. De forma aproximada se afirma que a los 80 años la mitad de nosotros moriremos, a los 100 lo haremos el 99% y hacia los 120 habremos muerto todos. Este límite de 120 años se considera el máximo antes de que sobrevenga el decaimiento completo de los sistemas de integración del cuerpo humano como un todo.

Nesse afirma que el envejecimiento es una enfermedad que parece incurable. Y con ello no se refiere a hacerse cada vez más viejo desde el nacimiento, sino a la senescencia, el proceso de deterioro corporal progresivo que se da con el incremento de la edad. Cada año, la mortalidad es más elevada hasta la extinción total. Llegados a este punto el autor nos traslada a un escenario en el que, si eliminásemos todas las causas de muerte prematura, y toda la mortalidad fuese consecuencia de los efectos del envejecimiento, estaríamos sanos y vigorosos hasta alrededor de los 85 años. Nesse también nos lleva, de forma teórica, a la situación inversa: un mundo en que se eliminará la senescencia y el que los índices de mortalidad no se incrementarían con la edad, manteniéndose al nivel de los 18 años -alrededor del 1 por 1000-. En tales condiciones, aunque habría personas que se seguirían muriendo en cada grupo de edad, mas la mitad de la población viviría hasta los 693 años. Entonces, si la senescencia nos deteriora, "¿por qué la selección natural no la ha eliminado?" Porque nuestra capacidad de reparación es limitada y es parte inevitable de nuestra experiencia. Nuestra capacidad física corre paralela a las curvas de mortalidad. Los mejores rendimientos corresponden al inicio de la vida adulta y después empeora con rapidez creciente. En realidad la senescencia no es exactamente una enfermedad, sino el resultado del declive de todas las capacidades, que nos hace más vulnerables a todas las enfermedades.

Descartada la senescencia como beneficio de la especie, dado que la selección natural beneficia al individuo, Nesse plantea el postulado del biólogo George C. Willians (Evolution, 1957) con una teoría pleiotrópica (genes que producen más de un tipo de efectos). Y propone algunos ejemplos. El mismo gen que hace que los huesos cicatricen antes, provoca deposición progresiva de calcio en las arterias, que conlleva la enfermedad arterial de la vejez. La menopausia podría estar asegurando el cuidado de los hijos anteriores y al tiempo evitar el riesgo de nuevos hijos que ya no podría cuidar. Roger Albin (Ethology and Sociobiology, 1988) asimismo cita varias enfermedades que suponen ventaja en la juventud y un coste con la edad. Los genes que predisponen a la enfermedad de Alzheimer, la causa más común del deterioro mental, podrían haber sido seleccionados debido a unos beneficios anteriores? La lista es larga y la complejidad grande -lean el libro arriba citado, les apasionará-.

Con todos estos datos e hipótesis los gerontólogos, de mano de la teoría evolucionista, advierten la posibilidad de que los mecanismos que causan la senescencia sean soluciones de selección natural, en lugar de errores. Y para explicarlo recurre al "efecto tílburi", la concordancia de numerosos signos de senescencia sin reloj interno al que dan voz con el poema del médico y escritor estadounidense Oliver Wendell Holmes (Cambridge, Massachusetts, 1809 -Boston, 1894): "Se cayó a trozos de golpe, / de golpe y todo a la vez, como las burbujas cuando estallan." Esta base teórica no es admitida por todos, ya que existen dos grandes teorías, la del "reloj interno" y la del "desgaste" o "de los errores". La primera mantiene que la duración máxima de la vida humana está preestablecida en nuestro material genético. La segunda, en que la vida humana sería ilimitada, pero que ciertas causas (errores en la multiplicación celular, radicales libres, etc.) producen lesiones a distintos niveles, que conducen a un acortamiento de la vida que la sitúa en las tasas actuales.

Finalmente Nesse y Willians sustentan que la senescencia es el precio que pagamos por el vigor de la juventud y sostienen que es probable "que la preocupación de vivir para siempre se vea sustituida por el deseo de vivir lo más plenamente posible, tanto como sea posible".

Mientras todas estas teorías, a veces simples abstracciones, no tengan aplicación práctica o consecuencias médicas directas, lo que sí existe es "un gran potencial" -en palabras de Foreman- para influir sobre la salud individual y colectiva a través de la lucha, entre otras muchas, contra la presión arterial alta, la obesidad, el tabaco, el alcohol, y la contaminación de aire. Sin olvidar, claro está, las recomendaciones a los gobiernos para que se impliquen en el abordaje de factores determinantes y condicionantes que mejoren la esperanza de vida, tales como los niveles de educación y el ingreso per cápita.

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