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De vuelta y media

El alumbramiento de Aempe

La asociación comenzó su dificil andadura en 1978 con la ambición fallida de convertirse en voz única de la patronal comarcal, pero sigue activa 40 años después

La Asociación de Empresarios de la Mediana y Pequeña Empresa (Aempe) empezó a gestarse a finales de 1977, cuando la Transición fluía con fuerza en España hacia sus momentos más determinantes y, particularmente, cuando un incipiente sindicalismo ya empezaba a asomar la cabeza y dejarse ver en Pontevedra.

A rebufo de la Confederación de Empresarios de Pontevedra (CEP), fundada en Vigo aquel año, un pequeño grupo de modestos empresarios y activos comerciantes de amplio espectro, comenzó a reunirse en la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, con el fin primordial de organizarse para dar respuesta eficaz a unos problemas comunes dentro de un nuevo marco social. Unos con conocimiento de causa y otros sin ella, aspiraban a fundar la patronal genuinamente pontevedresa, de ámbito comarcal.

Durante tres o cuatro meses, una comisión gestora asumió la redacción de los estatutos, así como la elaboración de un anteproyecto de financiación, trabajos ambos que luego revisó y sancionó otra comisión general. La paternidad de esos estatutos presentados en una fecha tan señalada como el 20 de enero de 1978, festividad de San Sebastián, se adjudicó al abogado Cesáreo Novoa Alcaraz, que vive para contar aquel momento con más detalle.

A partir de entonces, los promotores de la entidad no quisieron avanzar más por su cuenta y riesgo, y dejaron todo en manos de una asamblea constituyente que tuvo lugar el 28 de febrero en el Casino Mercantil e Industrial. De allí salió nominada su primera junta directiva: Augusto Abad Villaverde, presidente; Roberto López Rodríguez, vicepresidente; Manuel Tilve Calvo, secretario; Manuel Vázquez Paradela, tesorero; Francisco Cimadevila López, interventor; y vocales: José Carlos Casal García, Severino Buceta Fontenla, Eladio Portela Paz, Félix Ferreño Fernández, Ernesto Pedrosa Martínez, Enrique Domínguez Sansilvestre y Calixto Díaz Calvo. Ellos estuvieron en aquellos trabajos preparatorios y ellos mismos echaron sobre sus hombros la difícil tarea de continuar aquel bienintencionado proyecto.

"Aempe nace con el propósito de intervenir decisivamente en el desarrollo económico de nuestra ciudad".

Esto dijo el flamante presidente, Abad Villaverde, en sus primeras declaraciones. La entidad quería atender las necesidades de sus asociados y trataba de afrontar sus problemas de una manera conjunta.

Lo cierto y verdad fue que a la asamblea fundacional no acudieron tantos comerciantes, industriales y empresarios como esperaban los impulsores de la iniciativa. El horizonte inmediato en su punto de partida contemplaba la captación de unos 500 asociados. Pero después de varios meses de encomiable labor de persuasión sobre las bondades y los beneficios de Aempe, puerta a puerta, comercio a comercio, a duras penas lograron sus primeros 200 asociados. Entonces comprendieron bien que no estaban precisamente ante un camino de rosas, sino más bien de espinas.

Las ilusiones fueron muchas, pero escasos los medios, y no recibieron una peseta de ayuda pública. Para empezar a trabajar, solo contaron con un apartado de correos para recibir la correspondencia y poco más.

Un local de referencia para visualizar su existencia se convirtió en una prioridad urgente y en agosto del mismo año 1978 Aempe dispuso de su primera sede en una segunda planta del número 17 de la calle San Julián, en la zona de Santa Clara. El piso era modesto, pero era propio; naturalmente, en régimen de alquiler. Una forma de empezar como otra cualquiera, tal y como habían comenzado la mayor parte de sus primeros asociados.

Una huelga del transporte de viajeros, al mismo tiempo que otra del servicio de limpieza en la primavera del año 1979, una y otra con carácter indefinido, suscitaron la primera intervención pública de Aempe, que expresó su preocupación por su impacto social, tanto económico, como sanitario.

"La asociación -señalaba su comunicado- insta a las autoridades para que, reconociendo la gravedad de este momento, tomen la iniciativa de convocar a las representaciones antagónicas, para tratar de hacerles llegar a una solución".

Algunos meses después, Aempe se veía envuelta en su primera refriega laboral frente a CCOO y UGT, a cuenta de la apertura del comercio textil el sábado por la tarde. Aquella medida suponía una vulneración en toda regla de las 44 horas semanales y, en consecuencia, del derecho a medio día libre a la semana. Sindicatos y trabajadores pusieron el grito en el cielo, y lanzaron toda clase de descalificaciones e improperios contra la patronal local. Luego, la sangre no llegó al río; pero unos y otros se vieron las caras y calibraron sus fuerzas para futuras disputas.

Curiosamente, la implantación progresiva en esta ciudad de la zona peatonal, (que comenzó en aquel tiempo y no la inventó el BNG, como pudieran creer las nuevas generaciones) originó un enfrentamiento serio de Aempe con la primera corporación municipal de Rivas Fontán.

El Ayuntamiento reguló a través de una ordenanza la prohibición de circular por algunas calles, que afectó solo a una parte del casco antiguo. Aquella medida puso al comercio afectado en pie de guerra y el consenso resultó imposible.

El período constituyente de la nueva asociación empresarial concluyó en 1980, cuando Augusto Abad Villaverde cedió la presidencia a Manuel Tilve Calvo y este obtuvo un voto de confianza salido de la asamblea general para formar una nueva directiva. Entonces entraron Navor Álvarez Francisco como vicepresidente, Enrique Magdalena Abilleira como secretario y Enrique Melero Cid como interventor, entre otros. Aempe comenzó otra etapa en busca de una mayor implantación.

Clarita, Pedestal, Auto Radio, Chacón, Godoy, California, Peón, Froiz, Abilleira, Ernesto Filgueira, García Blanco y algún otro?.Cuando Aempe celebró sus bodas de plata en 2003, las empresas y los establecimientos que permanecieron asociados contra viento y marea durante los veinticinco años transcurridos, recibieron un diploma de fidelidad más que merecido.

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