El sexo siempre nos ha planteado dolores de cabeza. Y muchos. Porque todo lo relacionado con él se contempla, se busca, se vende. Pero también se disfruta.

Porque, aparte de la comunicación interpersonal y de la compenetración afectiva que se lleva a cabo en un adecuado encuentro sexual, el orgasmo es la consecuencia lógica de este acto natural en el hombre y en la mujer. O sea que es algo necesario, deseable y propio del ser humano. Y sepan, señoras y señoritas, que los últimos estudios apuntan a que la mujer que no tiene orgasmos se vuelve vieja más rápidamente.

Y, por si fuera poco, cuanto más intensos y largos sean, mejor que mejor. Y es que el orgasmo, desde un punto de vista fisiológico, se caracteriza por el aumento de las pulsaciones y del ritmo respiratorio, que también se duplica o triplica, acompañándose a la vez de irregularidades y jadeos, de un aumento de la presión sanguínea, un enrojecimiento de la piel y de contracciones de los músculos de la cara, esfínter anal, órganos sexuales y de otras partes del cuerpo, como el cuello, brazos, piernas, las nalgas y la espalda.

Desde el punto de vista psicológico, se describe como un estremecimiento intenso y culminante, que sigue a una acumulación de excitación concentrada en la zona genital, y que precede a un estado de total relajamiento y satisfacción. Y, todo esto, en líneas generales, es muy beneficioso para la salud.

Sin embargo, la anorgasmia, que, como su nombre indica, es la falta de orgasmo, ya no es tan saludable. Pero sí muy frecuente en el sexo femenino. Y desagradable. De hecho, las mujeres que la padecen aunque tienen deseo y excitación, no son capaces de alcanzar el clímax.

Las causas pueden estar relacionadas con determinadas lesiones vaginales, ingesta de algunos fármacos, atrofia vaginal subsiguiente a la disminución de estrógenos cuando cesa la actividad ovárica en la menopausia, desavenencias en la relación de pareja, unas primeras experiencias sexuales traumáticas y en aquellas situaciones en que la educación haya sido muy estricta, contemplando el sexo como algo pecaminoso.

Lo cierto es que esta situación puede constituir un contratiempo para aquellas personas que manifiestan por ello insatisfacción, sentimiento de frustración, tensión e irritación después del acto sexual. Merece la pena, por tanto, que toda mujer que se vea aquejada de anorgasmia, lo ponga en conocimiento de un ginecólogo o psicólogo.