En la víspera de las elecciones legislativas, Sean Hannity, presentador de Fox News, a pesar de haber asegurado que no iba a hacer campaña por el presidente sino a cubrir informativamente un acontecimiento político, apareció junto a Donald Trump en su último mitin y, dirigiéndose al público, afirmó: "Todas esas personas que están al fondo son noticias falsas". Esas personas eran, por supuesto, periodistas, como Kristin Fisher, su compañera y corresponsal de Fox News, quien luego reproduciría el comunicado oficial de la cadena conservadora censurando (sin mencionar a nadie) la participación de Hannity en el acto y ensalzando el trabajo realizado por su "extraordinario grupo de reporteros". En Fox News, al igual que en el país, existe una profunda división interna. Están los que piensan que la empresa es un apéndice de la Casa Blanca y los que todavía creen que están haciendo periodismo. Estos últimos deambulan por los platós como los personajes de Lost en la isla: cada día tratan de comprender por qué están allí.

El origen del dilema se halla en el universo metafórico del presidente. Si la prensa, en su totalidad, es "el enemigo del pueblo", entonces resulta muy difícil representar a este colectivo sin convertirte en un traidor (al pueblo). Del mismo modo que, en ocasiones, la respuesta a una "invasión" (de ejércitos o de caravanas) suele ser un contraataque, inevitablemente violento. Las metáforas son esenciales y, como dijeron en su día George Lakoff y Mark Johnson, éstas "no son una cuestión solamente del lenguaje sino de pensamiento y acción". El historiador James McPherson llegó incluso a afirmar, dedicándole un libro entero a la cuestión, que Lincoln ganó la Guerra Civil gracias a ellas. Las elecciones del pasado martes también estaban condicionadas por los efectos de esta figura retórica. El Partido Demócrata recuperó la Cámara de Representantes y el Partido Republicano consiguió mantener su mayoría en el Senado. Asimismo, el número de gobernadores demócratas ha incrementado de manera significativa. Ni siquiera los promotores de "hechos alternativos", cuya mirada siempre relativiza lo tangible, se atreven a negar dichos datos. En poco tiempo, además, los ciudadanos podrán observar cómo se materializan esas realidades, cuando los ganadores comiencen a ejercer el poder, siempre verificable.

Lo que sí se está debatiendo es si el presidente salió derrotado o reforzado de los comicios y cuál de las dos formaciones políticas debería sentirse más satisfecha con los resultados. Es aquí donde la metáfora cobra de nuevo una importancia capital. Como nos habían anunciado un "tsunami azul" que iba a "arrasar con todo el país", que luego se quedó en una "ola" y que finalmente se transformó en una pequeña tormenta suburbana (trasvase de votos en las ciudades dormitorio), las victorias demócratas pueden resultar insuficientes. (Van Jones, el comentarista de CNN, decía al comienzo de la noche que se sentía "desolado", aunque poco después cambiaría de opinión). Y eso que los éxitos no son nada desdeñables. Como por ejemplo el resurgimiento de una oposición en el Congreso, antes inexistente, con capacidad de dirigir investigaciones y citar comparecientes, o que los republicanos, debido al giro nacionalista de su líder, pierdan el apoyo de la clase alta en las zonas residenciales, sobre todo entre las mujeres, lo cual ha provocado una transformación histórica en el mapa electoral al producirse un curioso intercambio de partidarios. (Los republicanos están logrando persuadir a una parte de la clase trabajadora y los demócratas a las élites intelectuales y empresariales). La división se acentúa, sin duda, porque el presidente (¿o Fox News?) también ha movilizado a sus bases, demostrando que algunos mensajes, por muy venenosos que sean, todavía siguen funcionando. Con Rusia y sin Rusia. Pero esta es una división que transciende la política partidista. Por eso, una vez declarada "la victoria", lo primero que hizo Trump, mostrándose optimista acerca de las negociaciones con los demócratas, fue piropear a Nancy Pelosy, posible presidenta de la Cámara de Representantes ("es una mujer muy lista"), insultar a unas periodistas y retirarle la credencial a un reportero ("es una persona terrible"). El auténtico enemigo, de ese modo, perdía un representante en las ruedas de prensa, el lugar, aquí sí, donde Donald Trump no puede perder nunca.