Recientemente ha tenido lugar en Melilla el encuentro anual de jueces decanos. No es posible dar aquí cumplida relación de las conclusiones de aquel cónclave, pero sí citaré algunas sobre las que ya he escrito no pocas veces. Que haya de volverse una y otra vez sobre ellas es prueba más que evidente de que las averías no se reparan ni se sanean los vicios. Y lo que es más irritante, todo responsable en la materia se llama andana.

Los jueces decanos piden al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que se fijen de una vez las cargas de trabajo de los tribunales, vieja reivindicación sobre la que nada se ha avanzado en el último año. Es insólito -dicen- que no exista un módulo oficial que concrete la carga de trabajo de cada Juzgado, a diferencia de lo que ocurre en la inmensa mayoría de sectores profesionales. Esta demanda interesa desde una doble perspectiva: la que afecta a la salud de los jueces y la que mira a la calidad de las resoluciones judiciales. Hay órganos judiciales que están escandalosamente desbordados; cerca de la mitad trabajan por encima del 150% de las previsiones institucionales y muchos de ellos soportan más del 200%.

Este CGPJ está próximo a concluir su mandato -cinco años- y no ha hecho sus deberes en tan grave cuestión. Esa contumaz falta de respuesta -y de respeto- es ya insoportable e intolerable. ¿Quién responde? La extrema incuria en este asunto aviva la sospecha de que tal estado de cosas se tolera y mantiene porque es útil para tener a los jueces reducidos por sofocación, burocratizados, forzados a "juzgar a destajo" e incluso incentivados a ello por una política judicial profundamente errada y abusiva, más interesada en una productividad expeditiva que en el ejercicio cabal y verdadero de la función jurisdiccional, tan necesitada de tiempo, reflexión y estudio. Y es que esa política judicial de corte estajanovista, al margen del deterioro que a los jueces ocasiona, va en detrimento de la función judicial y, por ende, de los propios justiciables. Cuando éramos jóvenes y afanosos jueces de pueblo -ya entonces lamentábamos estos males- un querido compañero de promoción me decía: "Convéncete, Julio, lo que quieren es que no pensemos". Si esa aseveración -que admite más de una lectura- me hizo sonreír en aquel momento, con el tiempo se ha revelado lamentablemente cierta.

También solicitan los jueces decanos la adopción de medidas que refuercen la independencia judicial. Los informes del GRECO (Grupo de Estados contra la Corrupción del Consejo de Europa) destacan la gran calidad de la Justicia en España y la fortaleza del espíritu de servicio público de jueces y fiscales "a título individual"; sin embargo, llaman la atención sobre la necesidad de llevar a cabo rectificaciones encaminadas a robustecer la independencia judicial. Pero no solo el CGPJ ha hecho oídos sordos a estas recomendaciones, sino que tampoco se detecta un compromiso de los grupos parlamentarios para sentar las bases de un Pacto de Estado en materia de Justicia que sirva de guía para iniciar un período de reformas radicales e innovadoras. Las acometidas hasta ahora han sido fragmentarias, ocasionales, de mero apaño y zurcido, no incardinadas en un proyecto concertado y único. Una reforma en profundidad ha de ser concienzudamente planificada para un desarrollo unidireccional, coordinado, coherente y a largo plazo, con unas metas ambiciosas comprometidas en un pacto de las fuerzas políticas.

Tampoco se atisba en el nebuloso horizonte político interés alguno en fortalecer la independencia judicial, y es que, más allá de declaraciones y palabras vanas, más allá de gestos grandilocuentes con ocasión de discursos y festejos togados, no hay voluntad alguna favorable en tal sentido. Mientras escribo estas líneas, los partidos políticos llevan a cabo sus maniobras en la oscuridad para mejor colonizar el futuro CGPJ. Hecha la designación, la pelota estará en el tejado de la conciencia e independencia de los vocales electos.

Pasan los años y la historia se repite porque no hay propósito de enmienda ni dolor de contrición. Presiento que en la próxima reunión anual de jueces decanos las cosas seguirán igual y, por lo tanto, se agitarán las mismas reivindicaciones. ¿Qué opción queda, entonces? Algunos se muestran dóciles y resignados porque, "ya sabes, las cosas son así", dicen. Ese es el error, ese es el juego; y no, no y mil veces no, esa no es la respuesta, sino esta: las cosas no pueden ser así, las cosas no pueden seguir así.

*Magistrado de la Audiencia Provincial en Vigo