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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Cara amable del fascismo

Se buscan explicaciones para encontrar la causa de la gran ola reaccionaria (más bien un tsunami) que anega lo que antes conocíamos como mundo occidental (Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil, Orbán en Hungría, Kaczynski en Polonia, Salvini en Italia, etc.). Y a estas alturas de la película, ya habremos oído, o leído, muchos análisis sobre el populismo de izquierdas y de derechas, que vienen a ser dos versiones de la misma cosa, pero en la tertulia del café me aportan otra no menos extravagante. Al parecer, la gran ola reaccionaria es el resultado perverso del cambio climático que afecta a las conciencias y las perturba hasta el punto de que acaban escogiendo lo que menos les conviene. De hecho -apunta el contertulio que la defiende- a los humanos nos está ocurriendo lo que a las ballenas y los delfines, que perdieron el sentido de la orientación por interferencias acústicas y acabaron varados en tierra.

La comparación me parece ingeniosa, aunque no es la primera vez que ese fenómeno de desorientación política afecta masivamente a la gente. De hecho (sin remontarnos más atrás en la historia) hay que recordar que el nazismo llegó al poder tras unas elecciones formalmente democráticas. Luego impuso por la violencia una dictadura y llevó a Alemania y al resto de Europa y del mundo a uno de los conflictos bélicos más bárbaros que se hayan conocido. Llegada la derrota militar del régimen creado por Hitler, se creyó, quizás ilusamente, que el fascismo no volvería a asomar su horrible rostro pero, al parecer, los que pensaban así estaban equivocados.

Lo acaba de decir el cineasta norteamericano Michael Moore citando el libro Friendly Fascism, de Bertram Gross que podría ser traducido al castellano como Fascismo Amable. Según nos previene el autor, el fascismo del siglo XXI no llegaría con campos de concentración ni exhibición de esvásticas sino con una cara sonriente en un programa de televisión. Y, al parecer, señala Moore, en esas estamos, con la inconsciente colaboración de las instituciones democráticas que han abandonado, o recortado, las prestaciones sociales y culturales, así como la función formativa de los medios de comunicación de masas en beneficio del puro espectáculo.

"Trump no cayó del cielo -se lamenta Moore- nosotros lo creamos, somos el doctor Frankestein de este monstruo". La conclusión es amarga: "Si vuelves a la gente estúpida, votarán por un estúpido". La crítica a Obama va implícita, pero también sería valida para Lula y Dilma Rousseff en Brasil que pese al éxito de sus reformas económicas y al logro de haber incorporado a treinta millones de personas al consumo, fueron demasiado complacientes con los intereses de la oligarquía, y acabaron víctimas de un golpe de estado promovido desde la judicatura.

Ahora está al frente de uno de los países más poblados un hombre que entre sus proyectos políticos tiene abrir la selva del Amazonas (considerada uno de los pulmones del mundo) a la explotación comercial. Un hombre que promete arreglar a tiros el grave problema de la violencia ciudadana. "El policía que no mata no es policía", ha dicho como resumen de lo que entiende por orden público.

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