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Ceferino de Blas.

Cuando no existían las "fake news"

Aunque no se lo crean, hubo un tiempo en que no existían las fake news, el anglicismo que se traduce por noticias falsas.

Cualquier periodista que publicase alguna -en singular, nunca en plural, porque resultaba inconcebible-, se sentiría avergonzado por la opinión pública y criticado por los propios compañeros.

Y es que las fake news, como hecho informativo, no existían, simplemente porque no podían existir.

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Los periodistas eran garantía de veracidad, ya que estaban formados para contar la verdad, sin interpretaciones personales, sin subjetivismos, aséptica y objetivamente.

Ahí están, perdidos en los anaqueles de las bibliotecas, los antiguos libros de estilo que se utilizaban en los periódicos, que extremaban el rigor de separar la información de la opinión. Debía quedar claro qué era una noticia y qué una reflexión del periodista.

Ahí estaban las asignaturas de Ética -seguro que se siguen impartiendo en las facultades de Ciencias de la Información-, para recalcar cómo debe ser el comportamiento de un profesional.

Lo bueno de rebuscar en viejos cajones, cuando se realizan operaciones de limpieza en las casas, es que, junto a objetos inútiles y caducos, aparecen sorpresas dignas de rescatar.

Por ejemplo, un antiguo carné de periodista de cuando solo existía la Federación de Asociaciones de la Prensa que presidía Luis María Anson.

Aquellos viejos carnés, lujosamente encuadernados en piel, facultaban para ejercer el oficio y participar en los "beneficios" de las Hojas del Lunes. Pero sobre todo marcaban las líneas de comportamiento profesional.

La posesión del Carnet -con "t"- Oficial de la FAPE permitía, todavía en la etapa de la Transición, y hasta los primeros ochenta, disfrutar de ciertos "privilegios". Vean: una reducción en los billetes del ferrocarril, en las entradas a los Teatros Nacionales de Madrid, y en los albergues y Paradores de Turismo.

Después venían "los principios generales de la Profesión Periodística".

A saber:

I. "Las normas básicas de la actuación profesional del periodista han de ser el servicio a la verdad, el respeto a la justicia y la rectitud de intención".

II. "El profesional de la información tiene el deber de evitar toda deformación de la noticia que altere la realidad objetiva de los hechos, de cualquier manera que sea su alcance, su intención o su contenido".

Habrá quien diga que es una antigualla, y lo es por la edad, pero no por los principios. La verdad es la verdad, y no tiene vuelta. Si el periodista no responde al código de la veracidad, estará vulnerando lo más sagrado de la profesión: el compromiso con el público, que demanda que informe de lo que acontece, tal y como suceden las cosas. Si miente, si deforma, lo que hace no es periodismo, es mentir. Las fake news.

No hay por qué pensar que las transmiten los periodistas, porque los periodistas, como profesión, son sinónimos de credibilidad, de veracidad. Las fake news no tienen nada que ver con el periodismo, aunque lleguen por los cauces que utilizan los periodistas para trasladar la información a sus receptores, ya sean lectores, oyentes o telespectadores. De suyo se definen como "producto pseudoperiodístico que se difunde" a través de todo tipo de soportes.

La mentira se introdujo en el periodismo cuando aparecieron los intrusos, que no estaban en posesión del carné oficial, y en tiempos rechazados por la profesión. Evidentemente, no es que los no titulados sean transmisores de noticias falsas, pero las fake news se han convertido en producto periodístico desde la llegada masiva de "intrusos" a la profesión.

La conclusión es que la invasión de intrusos en la profesión,es la que las ha convertido en práctica.

Las fake news, aunque lleven el nombre de "noticias", no lo son. Simplemente son falsedades, mentiras, que nada tienen que ver con la dignísima profesión del periodismo. Por tanto, habría que quitarles el sustantivo de news, de noticias, y dejarlas simplemente en fake. Es lo que lo son : falsedades.

Quienes las transmiten no son los periodistas, son intrusos que se hacen pasar por periodistas. Engañan hasta en la suplantación.

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