Pontevedra dio por finalizada la epidemia de gripe e inició su retorno a la normalidad a mediados de noviembre de aquel año 1918, tras pasar un mes y medio en estado de shock, sin levantar cabeza y con la esperanza casi perdida de una pronta recuperación. Todo parecía aún bastante oscuro. Ese anhelado restablecimiento de la vida diaria coincidió en el tiempo con otra noticia no menos esperada: la finalización de la Primera Guerra Mundial, escenario incruento donde la terrible enfermedad encontró el mejor caldo de cultivo para su imparable propagación por media Europa.

Aunque el Ayuntamiento celebró la buena nueva con pasacalles incluido de su banda de música, la mayoría de la población no logró sacudirse su desolación hasta pasado cierto tiempo. El balance de la peste resultó tremebundo entre las familias pontevedresas, puesto que prácticamente ninguna se libró de contabilizar algún fallecido entre sus miembros. El Gabinete de Estadística cifró en 239 el número de personas muertas en esta ciudad a causa de la gripe española, aunque quizá fueron algunas más.