Casado ha pronunciado una soflama patriótica de las que hacen época para no quedarse por detrás de Abascal, el azote de la reafirmación nacional que le persigue en Vox: "La Hispanidad es el hito más importante del hombre, sólo comparable a la romanización".

En el Partido Popular empieza a inquietar el personalismo de su líder y algunos le reprochan que hable cinco veces al día cuando en los tiempos de Rajoy no se hablaba absolutamente de nada. La política es el paraíso de los charlatanes, pero el inconveniente de soltar la lengua demasiado arrastra las consecuencias de encumbrar, hoy, a la Hispanidad de la manera superlativamente subjetiva, como ha hecho Pablo Casado, y mantener, mañana, por ejemplo, que una derrota del Partido Popular es para la civilización judeocristiana una tragedia comparable a la caída de Constantinopla.

Un país no se gobierna con palabras y nuestros políticos están muy expuestos a equivocarse con ellas porque largan demasiado, y no siempre atinadamente, sobre cualquier cosa que se les ocurre. Cuando no es la gesticulación, sacan a pasear la mui para enredarse con ella. Casado ha actuado conscientemente con el propósito de actualizar su discurso de partido frente al competidor ultrapatriota de Vox. Quiere convencer a los hipotéticos votantes de Abascal de que la casa común popular sigue siendo la que Fraga acondicionó en su día para dar abrigo a los nostálgicos de Fuerza Nueva. Lo mismo, por otros medios, intenta Sánchez en su captación del podemismo.

El problema es que el mundo se ha movido hasta perderle el miedo a los extremos, los ultras, de un lado y otro, tienen su público cabreado y atraído por la grandilocuencia de los charlatanes. Igual que siempre.