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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Las críticas

De modo que, comprobada la exactitud de eso que dicen sobre que cada día tiene su afán, no debe sorprender que el secretario xeral del PSdeG confirme que dedica los suyos, con prioridad, a resolver sus asuntos políticos personales y/o a endosar la responsabilidad de lo que no funciona a los adversarios. Además, y con desparpajo, de acusarlos de "cinisno". Aquello sucede cuando anuncia su intención de "entrar en el Parlamento" -para lo que necesita la dimisión "voluntaria" de alguien en su Grupo- o fijar la fecha de las primarias a la Xunta cuando le conviene para presentarse como precabdudati, lo que parece jugar con una cierta ventaja al declarar que lo hace para evitar "fracturas". Y para seguir la tradición, a pesar de que "los tiempos han cambiado".

Conste que ninguna de ambas decisiones es novedad en el oficio y, por tanto, tampoco han de imputarse solo a don Gonzalo Caballero. Forman parte de la costumbre, aunque la cierta ingenuidad con que suelen acogerse los relevos de los dirigentes hizo que no pocos observadores esperasen otra cosa. Y, especialmente, más respeto a las formas, que muchas veces equivale también al fondo: decir que entrar en el Parlamento a pesar de que los votantes lo dejaron fuera -y necesitando la renuncia de un electo- no raro, pero sí resulta impropio.

Es una opinión personal, por supuesto, como la de criticar la imputación de los defectos a quienes gobernaron antes. Y el dato, evidente, de que todos hacen lo mismo no es excusa ni alivia la sensación de que el secretario xeral del PSdeG trata de distraer la atención de asuntos muy graves para Galicia decididos por el Gobierno central con la colaboración decisiva de Podemos. Y son, en efecto, muy serios: las nuevas cargas fiscales afectarán en negativo a los autónomos, que, como no ignora el señor Caballero, son claves de la economía de este país. Como el transporte.

No se trata de construir un memorial completo de agravios, pero sí de reclamar de don Gonzalo que se ocupe de estos asuntos, como en su día hizo con razón para criticar las incoherencias del Gobierno anterior, y de exigir cambios en el trato a Galicia. Porque es un mal camino el que siguen ahora sus compañeros de militancia -y valga la reiteración en los ejemplos- al otorgar 1.500 millones a la Generalitat más otros cientos antes con cargo al FLA, ya que eso significará que en el reparto final, presupuestario o por decreto, habrá menos recursos para el Noroeste. Y eso lo sabe inevitable, aunque no lo diga.

Uno de los inconvenientes de ocupar cargos públicos de relevancia en un sistema democrático es que, además de renunciar a buena parte de la privacidad, la profesión conlleva someterse a las críticas que implica la libertad de la ciudadanía y de los medios para ejercerlas. Y es probable que de cuando en vez, o acaso frecuentemente, parezcan injustas, y hasta molestas, a quien la recibe. Pero eso forma parte del modelo y ha de protegerse siempre y cuando se practique con respeto a las reglas de convivencia y a la Ley. Porque ayudan, o lo intentan, al logro del bien común: de ahí que se le solicite al dirigente socialista que atienda más a su juego y menos al de otros.

¿Eh...?

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