En El Frenazo, más cerca de Dios

Podría decir que sentado en El Frenazo, en As Neves, me sentí más cerca de Dios. Sí, ya sé que hay mucha gente distraída de Dios por diosecillos de tres al cuarto como el consumo, a la que no bastan las vías de Santo Tomás para llegar a Él. Santa Teresa decía que Dios también andaba entre pucheros, en la cocina, y yo lo sentí el viernes en la visita al templo sagrado de Eme y su hijo Víctor, antes consagrado por Víctor padre y ahora con servidoras llenas de gracia como Margarita. Yo me fui el viernes allí con la misma rubia con la que estuve en el Sinatra y el Tipo X la noche del jueves y, sin ánimo publicitario alguno porque no les debo ningún favor ni pienso deberles, digo que sentí al comer una elevación espiritual, un camino al cielo de índole más sensitiva que los de Santo Tomás. Todo empezó con una lamprea seca rellena y unos garbanzos con setas, jamón de temporada y alguna delicadeza más que nos pusieron en actitud de oración. Vinieron después del mundo de la caza un guiso de jabalí y otro de liebre que nos acercaron al éxtasis, al que por fin nos llevaron unos higos macerados al vino de Marsala, o algo así. No lo tenía a mano, sino sacaría a este trío bajo palio tras pedir la mano a la cocinera aunque, si fuera varón, se la daría simplemente (¿no será la Santísima Trinidad enmascarada?). Bueno, veremos la próxima.