Cuenta Valentín Paz Andrade en su libro "Castelao na luz e na sombra", la mejor biografía que se ha escrito del personaje, que el 13 de abril de 1931, mientras se celebraban las elecciones municipales, habían ido al café Derby a conversar mientras pasaba la tarde.

Allí les llegó el rumor de la victoria republicana, y salieron a pasear por Vigo, hasta la noche en que, como era costumbre, acudieron a la estación a despedir a Castelao, que se dirigía a Pontevedra, sin saber todavía a ciencia cierta lo que había ocurrido.

Alfonso Rodríguez Castelao nunca residió en Vigo, pero fue la ciudad donde se hizo más popular. En aquella época, a caballo de los 20 y los 30, que fue la más intensa y creativa de su vida, no se le conocía por ser médico, ensayista, artista o político, sino por sus dibujos humorísticos, que publicó primero, en la revista "Vida Gallega", después en el diario "Galicia", y desde 1926, cuando dejó de salir el periódico que dirigía Paz Andrade, en FARO DE VIGO. Sus fantásticas "cousas da vida".

De suyo fue en FARO, el más popular de los periódicos gallegos, donde Castelao llegó al mayor número de lectores. A la gente del campo y la ciudad, para aflorar la sonrisa o condensar la pena.

Sus viñetas humorísticas eran editoriales. Captaba lo que interesaba al público, lo transformaba en chiste, y se lo devolvía en la portada del periódico, para que se viera reflejado en sus paisanos tan familiares.

Las doscientas y pico de viñetas que atesoran las páginas de este periódico, entre 1926 y 1934, son las que más lo popularizaron.

No tienen razón los que pretenden apropiárselo desde posiciones partidistas. Gustaba a gentes de todas las tendencias, nacionalistas y españolistas, progresistas y conservadores e incluso a quienes la política les dejaba indiferentes. Su mensaje trascendía lo particular

Reunía tres cualidades propias de los seres humanos que se precien: honestidad, compasión e integridad.

Sus dibujos eran el resultado de ese humanismo: aldabonazos sociales y enseñanzas a la gente de lo que era la convivencia, y para sacarlos del atraso secular.

Negar que fue nacionalista o que el nacionalismo impregna su obra sería una insensatez, pero esa realidad no desfigura el carácter universal del genio, que hace de los valores humanos el motivo que impulsa su vida.

Ha estado implicado hasta el fondo con los suyos, pero nunca olvidó a la humanidad.

Por eso, toda su existencia fue un ejemplo de coherencia de esos valores, un esfuerzo por una sociedad más justa e igualitaria, y una pelea contra la injusticia.

Vigo debería reivindicar más su figura, porque sin ser vigués, sintió un profundo aprecio por la ciudad. Le gustaba venir, reunirse con sus amigos, hablar, dar conferencias, a veces ilustradas con sus dibujos, y trabajar en lo que mejor sabía hacer, sus geniales viñetas para los periódicos vigueses, que no dejaban a nadie indiferente.

Cuando abandonó estas páginas, más por presión partidaria que por impulso propio, ya que se sentía muy cómodo en el FARO, donde siguió teniendo grandes amigos, ya no llevó las "cousas da vida" a ninguna otra publicación.

Su implicación política era cada vez más intensa -concurre a todas las elecciones a Cortes-, hasta hacerse total, en las fechas prebélicas.

Pagó la coherencia con el exilio, y el profundo dolor de saber que varios de sus amigos sufrieron un final trágico.

Los ha querido recordar con lo que mejor sabía hacer: sus trazos.

Ahora ha vuelto con una obra que causa un gran impacto, extraída de su "Galicia mártir". Es el cuadro "A derradeira leición do mestre", propiedad del Centro Gallego de Buenos Aires, que ha cedido en préstamo a la Cidade da Cultura por un plazo de seis meses.

Fue pintado en 1945, cuando se cumplían nueve años del asesinato de Alexandre Bóveda.

Simboliza la persecución de una profesión - los maestros-, que tanto contribuyeron a sacar de la ignorancia a generaciones de niños.

Hay quienes lo comparan al "Guernica" de Picasso, por ser el reflejo de la tragedia bélica en Galicia.

Alexandre Bóveda, del que también quedan muestras de su calidad literaria y de su pensamiento en estas páginas, fue uno de los intelectuales represaliados, al comenzar la guerra. Como Lustres Rivas, que simboliza a los periodistas asesinados, amigos ambos de Castelao.

Es un acierto haber traído a Galicia desde Buenos Aires esta pintura, tan representativa de un periodo trágico, que lo que menos desearía su autor es que suscitase divisiones y, mucho menos, pendencias.

Justamente lo que querría es que nunca más vuelva a repetirse la tragedia que asoló a España y recuerda con esa imagen tan viva y cruel, que resuena como un grito -igual que la genial obra de Munch-, aunque solo se escuche el silencio dramático de los niños contemplando la escena. ¡Otra vez Castelao, revulsivo de espíritus mediocres y amorfos!

¿Existe la posibilidad de que se prolongue la estancia del cuadro en Galicia, aunque sólo sea otro semestre, y se realicen exposiciones itinerantes para que decenas de miles de gallegos que no irán a Santiago puedan contemplarlo en museos próximos?

Un lugar donde no podría faltar es en Vigo. Un mes de exposición, por ejemplo en una sala del Marco, como pieza única, cumpliría tres objetivos: sería una multitud la que lo visitase, quizá tan grande como la que acuda a la Cidade da Cultura; daría satisfacción al autor que tan identificado se sintió con Vigo, y cumpliría la finalidad primordial al retratar el horror de la guerra fratricida, que nunca deben olvidar las futuras generaciones.

La Xunta acertaría de nuevo si ampliase la estancia de "A derradeira leición do mestre" durante todo un año - tras los consiguientes permisos del Centro Gallego-, y fijase los lugares, vinculados a la vida de Castelao, para exponerlo.

En Buenos Aires seguro que se sentirán ufanos de comprobar que albergan una obra genial -el "Guernica" de Galicia-, y serían permisivos en prorrogar el préstamo.