Las federaciones de empresarios de Galicia, Asturias, León, Zamora y Salamanca sellaron esta semana el Pacto del Noroeste para reivindicar "un futuro que ahora no tenemos". La unión de las patronales con el objetivo de intentar barrer para casa con más fuerza llega tarde, pero precisamente por ello resulta no ya necesaria sino imprescindible. Solo hay que ver el empuje con el que desde hace ya tiempo vienen defendiendo lo suyo los poderes políticos y económicos del pujante Mediterráneo, fuertemente apoyados por los bancos y el conjunto de la sociedad.

El declive del Noroeste avanza ante la indiferencia, cuando no el olvido, de sucesivos gobiernos de distinto color político y la brecha con el resto de España se agranda, pero hay también fortalezas. Seguro que juntos se puede conseguir más que cada uno por su lado. Ahora o nunca.

Por separado, las ocho provincias que participan en la alianza empresarial del Noroeste carecen de peso suficiente para ejercer presión y bandearse en un mundo global. Unidas, representan la décima parte del país, incluso más, en importantes indicadores. En población, ninguno de los territorios tiene más del 2,5 por ciento del total de España. Juntos suman 4,7 millones de habitantes, más del 10 por ciento. Duplican, por ejemplo, los registros demográficos del País Vasco y se sitúan sólo por detrás de Cataluña, Madrid y Andalucía, y a la par de la Comunidad Valenciana. En producto interior bruto, individualmente nadie pasa del 2,3 por ciento, pero acoplados suponen el 9. En número de empresas, con más de 330.000, las ocho provincias atesoran el 10,1 por ciento del total nacional.

El "nuevo sur" que el periodista Enric Juliana situó hace ya casi una década en el Noroeste, parte de esa "España vacía" sobre la que reflexiona el también periodista Sergio del Molino, tiene en el acuerdo impulsado esta semana una oportunidad. La unión con Asturias, León, Zamora y Salamanca las hace a todas ellas más fuertes. Y no solo demográfica o económicamente, también desde el punto de vista político. Por libre, y bajo la disciplina de partidos que acostumbran a mirarse al ombligo y pronto se medirán en las urnas, poco pueden hacer los 23 diputados de la comunidad gallega. Aliados suman 43 escaños, más del 12 por ciento del total del Congreso, siete más que Madrid y solo cuatro menos que Cataluña.

Las urgencias son muchas y no hay tiempo que perder. El ministro de Fomento, como antes sus antecesores, se resiste a poner fecha a la prometida conexión directa del AVE a Vigo, tantos años demandada como ignorada por cuantos gobiernos han sido; lo mismo que a la nueva autovía Vigo-Porriño o a dar el impulso definitivo a las salidas ferroviarias por las que siguen esperando las terminales portuarias. Los gallegos seguimos pagando los peajes más elevados y también los combustibles más caros de España. Galicia perderá 139.000 habitantes hasta 2030, tantos como los que tienen actualmente los concellos de Vilagarcía, Redondela, Cangas, Moaña y Sanxenxo juntos. Y está por ver cómo queda la financiación autonómica. Nuestra comunidad se juega un modelo justo y claro, sin pactos bajo la mesa, del que con el escaso dinamismo actual y el elevado grado de subordinación a las prestaciones sociales, van a depender absolutamente sus cuentas y su estado de bienestar durante los próximos años.

Los problemas en materia de infraestructuras, energía, demografía o reparto del dinero entre las autonomías no son exclusivos de Galicia, sino desgraciadamente comunes a todo el Noroeste. Quienes tenían que verlo tardaron en hacerlo, pero, acuciados por la necesidad, empiezan a tomar posiciones. Los presidentes autonómicos, de distintos partidos, celebraron ya varias cumbres para formular reclamaciones conjuntas con estrategias compartidas y un efecto multiplicador. Al lobby político se une ahora el empresarial. Incluso dentro de cada territorio se trabaja para aunar esfuerzos. Los hay como Asturias, que, aunque parada en los tribunales, estudian el Área Metropolitana de Vigo para constituir un modelo propio en su demarcación. Lástima que aquí, teniendo ya una ley creada para ello, la nuestra permanezca obstruida en los juzgados desde nada más nacer, dilapidando con ello la enorme fuerza tractora que su desarrollo supondría para toda la comunidad. Lo mismo que seguimos necesitando, como hemos dicho en repetidas ocasiones, de una verdadera estrategia de eurorregión con el Norte de Portugal para contribuir asimismo a una mayor fortaleza del cuadrante peninsular.

El Noroeste se prepara para dar unido la batalla por su futuro. Nada logrará si no consigue conjurar los localismos. Tampoco sin un mínimo consenso político en los asuntos capitales. En el País Vasco ninguna formación de izquierda, derecha o nacionalista discute la continuidad del Cupo, por ejemplo, y en Valencia todos los partidos reivindican la deuda histórica por la infrafinanciación de la que dicen haber sido víctimas durante años. Pero más determinante aún es el compromiso y la implicación de la sociedad en su conjunto. El Corredor Mediterráneo logra movilizar a miles de personas, con los empresarios y banqueros más importantes en primera línea, dispuestos a poner incluso dinero de su bolsillo. Aunque el Corredor Atlántico compita en otra liga, lo importante en este momento es no quedar fuera de juego.